No le tenía ni una fe y me llevé una grata sorpresa. Nunca he entendido mucho de autos, soy cero tuerca, pero la Fórmula 1 es más que motores y ruedas. Un evento que repetiría feliz.

Una de las exposiciones de autos antiguos

Armamos un tremendo viaje para recorrer Australia. Partimos en Melbourne para continuar a Brisbane y así seguir por Gold Coast, Byron Bay y Mission Beach hasta Cairns. En todo el viaje tomamos dos aviones: a Melbourne y a Brisbane. Desde ahí, el recorrido fue arriba de una campervan.

Yo tenía muchas ganas de conocer Melbourne, el archienemigo de Sídney, donde vivíamos. Para suerte de Diego (o fue sabiamente calculado), las fechas en que estaríamos en la ex capital australiana calzaban con la Fórmula 1. Diego es un fanático de los autos y las motos, y poder llegar a un evento como éste es el deseo de cualquiera que sueñe con tuercas. No muy animada, accedí a comprar las entradas y a adentrarme en este mundillo de motores que rugen, donde la gente se entiende en un idioma que traspasa las fronteras del español o el inglés.

Primer día de Fórmula 1 en el parque St. Kilda

Me explicó que la F1 consta de cuatro días, siendo el primero de ellos abierto a todo público (un jueves, siempre). Compramos la entrada para los otros tres días también, aunque no crean que no recorrí Melbourne. Lo hice y es maravilloso, bastante más “city” que Sídney. La playa Saint Kilda tiene toda la onda y los tranvía le dan un toque vintage a la ciudad. Aun así, gran parte de mi día los pasé dentro del parque que lleva el mismo nombre de la playa, donde se realiza la carrera. Sin embargo, resultó ser una grata sorpresa, no tanto por lo que consta el evento, sino también por cómo todo Melbourne se transforma. El transporte público se rinde a los pies de quienes visitan la ciudad con las poleras de sus pilotos favoritos, todo se facilita y no resulta caótico.

El primer día del evento hay demostraciones de autos antiguos, recorridos por el tremendo parque y stands de comida que se instalan por todo el fin de semana, al igual que los encargados del merchandising. No hay mucho que disfrutar en cuanto a competencia, pero sí del entorno.

Último día y corrida final

El viernes fue día de clasificaciones. Como ya cachábamos la onda del evento fuimos un poquito más preparados: harta agua, una mantita, sándwiches y harto, harto bloqueador. La temperatura alcanzaba los 30 grados fácilmente en pleno marzo. Para el sábado la cosa se puso más entretenida: fue la segunda clasificación y a los pilotos les tomaron el tiempo para ver en qué posición comenzarían la final del día siguiente. Ahí ya entendía un poco más del tema. Diego me explicó de qué trataban las escuderías, a qué piloto le pertenecía cada auto, quién era súper enemigo de quién, y así. Quiero recalcar el ambiente que se vivía dentro del parque. Resultó ser un evento súper familiar, con demostraciones no sólo de autos, sino también de aviones que entretenían con llamativas acrobacias. Sientes los motores de diferentes transportes desde la mañana hasta la tarde, tanto así que uno termina con un pito en los oídos.

El domingo fue la gran final. La gente se veía más entusiasta y se comenzó a instalar en las colinas del parque desde temprano para tener la mejor vista. Repentinamente, el cielo cambió a gris y unas nubes amenazadoras le daban más adrenalina aún a la carrera. Se desató una tormenta que dejó la pista húmeda, haciendo el evento mucho más entretenido, ya que aumenta la dificultad de quienes manejan.

Hasta antes de todo esto pensaba en lo fome que era ver pasar autos rápidamente a cada minuto, pero me equivoqué. Para quienes piensan así, hay que vivir la experiencia de la Fórmula 1. El británico Lewis Hamilton fue quien descorchó la champaña del triunfo en el podio, dejando a Nico Rosberg en segundo lugar y a Sebastián Vettel en tercero, ambos alemanes. Increíble experiencia en Melbourne. Espero algún día repetirla… ¡en Singapur!