Fiesta de la luna llena en Miami


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En la vida nos creamos una idea de los lugares según lo que hemos escuchado o incluso por lo que hemos visto en la televisión y en el cine, pero siempre hay algo más allá por descubrir, un lado B que nos puede sorprender, encantar y enseñar que estábamos completamente equivocados.

 

Hombre con su bicicleta mirando el mar en Miami

Las increíbles playas de Miami

 

Cuando pensamos en Miami tal vez lo primero que se nos viene a la mente es fiesta, compras, bikinis, cuerpos bronceados y esculturales, aire acondicionado e incluso mujeres voluptuosas patinando al costado de la playa en poca ropa. Bueno eso ocurre, pero en sólo unas pocas cuadras de una inmensa ciudad.

Estuve viviendo allí por cuatro meses y cada día recibí gratas sorpresas. Miami es una mezcla cultural como si fuera una capital latinoamericana. Pareciera que el idioma oficial es el español con todas sus variaciones y acentos. En el aire se siente el aroma de los platos típicos latinos, con toda esa sazón y ritmo que involucran.

Cambio de paradigmas

Pensé que no podría sorprenderme más, pero Miami tenía aún otras cartas bajo la manga. Caminando por la playa, que pasó a ser fue mi segundo hogar, conocí a un argentino que me preguntó si en la noche iba a la fiesta de la luna llena. “¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo?”, fue mi respuesta pues nunca había oído hablar de ella. Me pidió mi número de teléfono para mandárselo a un amigo que estaba en la organización, y me dijo que en la tarde me llegaría un mensaje de texto con la ubicación.

Mano tocando un tambor

Los tambores protagonizan la fiesta

Luego descubriría que Full Moon Drum & Circle era una fiesta clandestina que se hace en la playa todos los meses, pero siempre en lugares diferentes. Su ubicación sólo se sabe durante el mismo día de su realización por el boca a boca o a través de un mensaje de texto para los privilegiados (y yo, al parecer, era una de ellos).

Fui como una página en blanco sin nada que esperar. Me encontré con personas maravillosas, cada una con su tambor, tocando alrededor de una fogata. Llegó un grupo de personas con capacidades diferentes, todos con sus instrumentos bajo el brazo y se unieron al ritmo de la música. Sus caras sonrientes eran el fiel reflejo de la atmósfera que se respiraba. Unión.

Caminando entre los grupos de amigos que celebraban con música y cervezas, de repente otra sorpresa me gritó:

– Oye, flaca, ¿tení encendedor? –dijo una voz de hombre con claro acento chileno.

– “¿Chileno?” –le pregunté con la cara iluminada. Ya tenía amigos de Cuba, Argentina, Colombia, Ecuador, Perú, Venezuela y Honduras, pero no había conocido a nadie de Chile.

– ¡Si po’, chilenos! ¿Querí una piscola?

Malabares con fuego en una playa de Miami

Pájaros de Fuego en la fiesta de la luna llena

Fue así como me tomé mi primera piscola, conocí a los primeros chilenos en Miami y me hice dos maravillosos amigos que completaron mi viaje.

La mágica fiesta de la luna llena en Miami llegaba a su fin junto a danzas con pájaros de fuego que semejaban estrellas fugaces que caían sobre la arena. Algunos flotábamos en el mar tibio como mantarrayas. Con mis nuevos maravillosos amigos limpiamos la playa y quedó pulcra como si nadie la hubiese tocado.

Aquella noche comprendí que la experiencia es la única forma que tenemos para realmente forjarnos una concepción de las ciudades. Y a ustedes, ¿qué ciudad les ha hecho cambiar su forma de pensar?

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