Dubrovnik: Game of Thrones en su máxima expresión
Si no hubiera sido porque estaba de vacaciones de mi magister, me habría quedado a vivir en Dubrovnik. ¡Apuesto a que tú también te tentarías!
Desde que estrenaron la quinta temporada de Game of Thrones he estado recordando con suma nostalgia mi paso –hace exactamente un año– por la maravillosa Dubrovnik.
Si bien soy fan de la serie televisiva, reconozco que no fue un factor inicial en mi decisión de conocer Croacia. De hecho, fue sólo hacia el fin de mi planificación que me enteré que «la perla del Adriático» era nada menos que el lugar de filmación de King’s Landing, capital of the Seven Kingdoms, aunque algunas escenas también se filmaron en Split, que queda más al norte.
En otra ocasión les hablaré de lo increíble que es Split y el resto Croacia, ya que todo lo demás que visité merece de sobra su propia nota.
Pero Dubrovnik es, sin duda, the belle of the ball aunque hay que saber cuándo ir. Me habían prevenido de que la temporada alta es insoportable en razón de los 1.4 millones de turistas que se estiman llegan por tierra, mar y cielo.
Felizmente yo iba en abril durante el break universitario previo a mis exámenes, por lo que las aglomeraciones nunca fueron un problema. A ratos hasta sentía que tenía la ciudad vieja para mí sola, especialmente tarde en la noche cuando los negocios cerraban y sus decenas de calles quedaban desiertas. Digo vieja porque así se distingue la ciudad que contiene la muralla de la que se encuentra afuera y donde vive la mayoría de la gente.
Yo opté por quedarme al interior de las murallas en un hostal maravilloso donde lo primero que te dan al cruzar la puerta es un exquisito vaso de medica (un licor báltico) como «recompensa» por haber logrado llegar. Y es que Dubrovnik está plagada de escaleras interminables, cortesía de su topología plagada de cerros. Ni les cuento en qué lamentable estado llegué al hostal. Felizmente, como les decía, me esperaban con ese trago exquisito (que en verdad fueron dos) que me repuso en un 60 por ciento.
Amé mi pasada por ese hostal y especialmente la gente que conocí ahí. Grupo más movido y apañador imposible. Sin ellos seguramente no habría terminado trepando el peligrosísimo roquerío al pie de la muralla sólo para ver el atardecer. Tampoco habría tenido compañía para explorar el Belvedere, uno de los hoteles más lujosos de la ex-Yugoslavia que yace hoy abandonado y cuyas ruinas parecen salir directo de una película de terror. Juntos vimos el estreno de la cuarta temporada de Game of Thrones, emocionados por sabernos en King’s Landing y sintiendo que nadie más podría entender ese momento.
El dueño del hostal, un australiano de origen japonés que se había enamorado perdidamente de la ciudad, había además sido extra de la serie por lo que nos pasó todo los datos de los lugares de filmación. No es menor si piensan que hay un tour oficial que cuesta más de US$ 60 y que, en mi opinión (y la de todos los croatas que conocí), no busca más que aprovecharse del fan.
Fue gracias a uno de esos datos que llegué a un lugar donde aun aparecía pintado el escudo conjunto de los Baratheon-Lannister y que sería el set de una escena clave de la cuarta temporada. Hoy recuerdo ese lugar con leve amargura. Estaba tan feliz ese día, sin conciencia del dolor que sentiría en un par de semanas al ver cómo mi personaje favorito de la serie moría donde mismo me habían tomado la foto. Snif, snif. Never forget.
Pero Dubrovnik obviamente es mucho más que King’s Landing, aunque basta pisarla para entender por qué fue elegida para las filmaciones. Simplemente es una ciudad tan pero tan linda que parece de mentira. Tanto así que en varias ocasiones al recorrerla me pregunté si todo acaso no era la creación de algún genio del marketing que se dio cuenta de que a los adultos también les gusta recorrer mundos fantásticos. Pero no, Dubrovnik existe en su forma actual desde el siglo XIV más o menos. Es sin duda de las ciudades medievales mejor preservadas del mundo.
El boom turístico que vive y que pronto la catapultará al nivel de París y Roma lleva a que uno olvide que hace apenas dos décadas Croacia estuvo sumergida en una violenta guerra contra sus vecinos que terminó destruyendo a gran parte de la región. Yo misma lo hubiera olvidado de no ser porque en los días que fui se estaba conmemorando alguna fecha importante y, como parte de ello, varios edificios lucían gigantografías de sus fachadas bombardeadas. A su vez, uno de sus museos tenía una exposición interactiva que mostraba sin censura la miseria y escasez que causó el sitio y los ataques a la ciudad. La muralla había sido pensada para la defensa desde el mar, no desde el aire.
A pesar de ello, Dubrovnik logró salir adelante y hoy casi no quedan vestigios físicos de su turbulento pasado. Pero no olvidan y ellos mismos reconocen que hay heridas abiertas que tardan en curar. Y ojo que les cae como plomo que uno se refiera al conflicto como una guerra civil, ya que para ellos fue una agresión serbia y no un problema interno.
Un dato interesante es que en la ciudad vieja sólo residen 800 personas, razón por la cual se siente tan abandonada de noche. Me contaban que al no poder usar autos dentro de las murallas (ni bicis se permiten), los habitante se fueron yendo porque era poco práctico hacer compras, renovar muebles y en general llevar un vida diaria normal. Es tan complejo el panorama que el estado ofrece subvenciones a quienes se queden dentro de la ciudad, por temor a que se convierta en un lugar completamente turístico. Fueron demasiadas las veces que me pregunté si el estado me pagaría a mí por quedarme viviendo en la ciudad vieja. Total, no necesito tantos muebles.
De hecho, al final de mi estadía en Dubrovnik me ofrecieron quedarme a trabajar en el hostal. Necesitaban gente y según ellos yo era todo el perfil. Hay días en que pienso qué habría pasado si no hubiera estado haciendo mi magister en Londres. Quizás esta nota la estaría escribiendo desde mi casita frente a las murallas de la ciudad, mirando el hipnotizador Adriático.
Pero mejor ni cuestionárselo, ¿no creen?