Descubriendo playas en Bocas del Toro


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En nuestro afán de ir por el mundo coleccionando playas, a Felipe y a mí se nos puso entre ceja y ceja irnos de vacaciones a un lugar que hace rato nos estaba tentando: Bocas del Toro.

 

Pueblo playero

El pueblo de Bocas

Después de varias horas de vuelo hacia Ciudad de Panamá, por fin llegamos a Colón, la isla principal. Con dos maletas enormes y súper abrigados por la salida de Santiago lo único que queríamos era llegar al Hotelito del Mar, ubicado como a cinco cuadras del aeropuerto.

Llamamos a la puerta y apareció Sally, una gringa hippie adorable que hace muchos años se había ido a vivir a Bocas, cuyos dos grandes compañeros eran Pretty Bird y Sweet Pea, dos loritos súper buenos para la conversa.

Lo mejor para el principio (y también para el final)

Ese mismo día dejamos reservado nuestro paseo para el día siguiente. Nos daba cosa que, como todas las agencias ofrecían lo mismo, llegáramos a Cayo Zapatilla y estuviera lleno, pero no. Éramos como seis personas en toda la playa. ¿Dónde estaba el resto? Nunca lo supimos.

Playa paradisíaca

Cayo Zapatilla

Como el día nos tocó un poco nublado, tuvimos una excusa para volver a Zapatilla el penúltimo día. ¡Tremenda decisión! Había un sol increíble, en el camino vimos delfines, la isla de los perezosos estaba llena de animalitos tomando sol en los árboles y, al llegar al cayo, el agua se veía más fluorescente que nunca.

Siguiendo con nuestra colección de playas, al día siguiente decidimos ir a Red Frog. Una lanchita nos dejó en un embarcadero y de ahí caminamos un par de kilómetros.

Cuando logramos llegar a la playa un niño se me acercó corriendo y me pasó una ranita roja del tamaño de una uña. Alcancé a tenerla dos segundos en mi mano y la famosa red frog huyó despavorida de mí.

Si googlean “Red Frog Beach” les van a aparecer puras fotos con mar turquesa. No es tan así la cosa, pero la playa es exquisita y perfecta para quedarse la tarde entera.

Estrella de mar

Playa las Estrellas

¡Ojo con los pies!

Pensamos arrendar bicis para llegar hasta Bocas del Drago –otra playa de la que habíamos escuchado–, pero Sally nos dijo que era muy largo el camino. Así que tomamos un busecitos en la plaza que se demoró más o menos 45 minutos.

Para llegar a la Playa de las Estrellas había que caminar como un kilómetro por otra playa y, por suerte, Sally nos había advertido que hiciéramos la caminata con zapatillas. Luego me daría cuenta por qué.

Comprenderán por qué la Playa de las Estrellas se llama así. Si la orilla estaba llena de estrellas de mar, no me imagino cuántas habrá habido más adentro. Sólo pudimos sacarles fotos y tocarlas en el agua, porque sacarlas estaba prohibido.

Pies en hamaca

Isla Carenero

Nunca supe dónde estaba el límite, pero caminé con hawaianas hasta el cartel que daba la bienvenida a la playa. Al ponerme las zapatillas sentí miles de agujitas pinchándome la planta de los pies. Después supe que son algo así como esporas invisibles que dejan las estrellas cuando sube la marea.

La mejor despedida

Decidimos pasar el último día en la isla Carenero, justo al frente de Colón. En el hotel éramos sólo tres pasajeros: un gringo, Felipe y yo. Así que su dueño, un español que se había ido a Panamá a raíz de la crisis, nos regaloneó a más no poder.

Me debo haber leído 100 páginas de mi libro esa tarde echada en la hamaca. Había tormenta pero hacía calor y las siestas que me pegaba entre capítulo y capítulo fueron perfectas. Tan perfectas como esas vacaciones en Bocas del Toro.

Lugar:

Panamá

Intereses:

Playas Relajación

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