De viajero en bicicleta a madre de siete cachorros
Había sólo -16°C en Čortanovci, Serbia, cuando escuché el llanto de unos cachorros en un basurero. Ni se imaginan la historia que vino después. Por Joaquín Bastías.
Tras recorrer alrededor de 4.500 km por el viejo continente durante seis meses, decidí pasar el invierno en Serbia. A través de Wwoof, contacté una pequeña viña en Čortanovci, un pueblito entre Novi Sad y Belgrado, donde pasaban tranquilamente los días de nieve y temperaturas muy por debajo de los 0°C, sin saber lo que me esperaba.
¡Qué manera de comenzar el año! Era 2 de enero de 2015, uno de los días más fríos de este invierno en Serbia –con unos -16°C– y Dušan, mi anfitrión, me pidió que fuera a comprar unas papas al negocio de la esquina. Ya sea por el destino o la “mala” suerte, no tenían, por lo que tuve que ir al negocio de arriba. Subiendo por la calle toda nevada, unos agudos ladridos llamaron mi atención, pues parecían venir de los contenedores de basura. Pero como había unas señoras cerca no preste mucha atención.
Los ladridos aún daban vueltas en mi cabeza, y trataba de convencerme de que mi peor idea no era cierta. Rogaba que no fuera así y que, al pasar por los contenedores al regreso, el silencio reinara. Pero, por supuesto, esto no fue así. Siete cachorros negros mezcla de Pulin (una raza serbia) de alrededor de un mes, lloraban congelados por una mamá.
¡Por la mierda, que hago! En Chile era común que nos fueran a tirar gatitos a mi casa, como si supieran que estudié veterinaria. ¡Pero era mi casa! Así que me fui con un caldo de cabeza que ni les explico.
Tras pensarlo un rato, y a pesar de estar de huésped y viajando en bicicleta por Europa, decidí hacerme cargo de ellos y pedí permiso a los dueños de casa para traer a los cachorros y tratar de encontrarles un hogar. Ellos aceptaron inmediatamente, así que partí con un tarro a buscarlos.
Qué hacer con los cachorros
La casa contaba con una gran cantidad de establos. En uno acomodé un fardo de maíz y una alfombra y, tras darles unos restos de comida, los lleve ahí. Y me convertí en su madre adoptiva.
A los pocos días, lo que para todos eran siete manchas negras, se convirtieron para mí en Alfa, El Bonito, Lentium, El Enano, La Ratona Chora, El Ratón Choro y Gospodin Dinosaurus, con quien desde el primer día sentí un conexión distinta, y me llevó a tomar una decisión días después. Me quedaría con él.
Mis amigos de Novi Sad me pusieron en contacto con unos veterinarios, quienes me guiaron en lo necesario para poder cruzar las fronteras con él. También me dieron el nombre de organizaciones que les buscan hogares a perros abandonados en la ciudad, porque el albergue, al parecer, era una sentencia de muerte.
Fue así como me contacté con Tamara, quien me ayudó a traducir un texto al serbio y a compartirlo en Facebook para poder encontrarles hogares definitivos. Y gracias a esto, unas tres semanas después de encontrarlos, El Enano y El Ratón Choro fueron adoptados por Djura. A su vez, Dušan decidió quedarse con otros dos, El Bonito y Lentium. Sólo faltaban dos.
Pero como siempre, las hembras eran más difíciles de entregar. Por lo que tuvo que pasar cerca de un mes más para que Vlado se contactara con Tamara, en busca de algún cachorro de Pulin. Y cuando ella le contó mi historia decidió quedarse con ambas.
Ahora sólo queda esperar a que llegue el carrito, para poder continuar con mi travesía como viajero en bicicleta, esta vez acompañado por Gospodin Dinosaurus.