Cuando la visita a Marruecos casi queda en un sueño
Cuando uno piensa que todo va bien en el viaje, no siempre está resultando así. El temperamento de los policías en Marruecos y sus ganas de “jugar” con los extranjeros hace que a uno se le pongan con los pelos de punta ante tanto cuestionamiento, sobre todo si no has pasado policía internacional en el aeropuerto.
Conocer Marruecos, recorrer el desierto del Sahara, andar sobre un camello, ver el cielo estrellado y regatear en las ferias de la ciudad puede ser un sueño para muchos que, aunque se esté a punto de cumplir, se corre el riego de que solo quede en la mente.
Estaba de intercambio en España en 2013 cuando conocí a dos mexicanas que compartían conmigo las ganas de ir a Marruecos, aprovechando los vuelos low cost y la cercanía del país con la península ibérica. Anahí y Adriana, las mexicanas, averiguaron un tour con un berebere y vieron los costos de los pasajes en avión. Todo barato, todo recomendable, el tour era de ensueño, entonces ¿por qué no tomarlo?
Compramos el vuelo y reservamos el tour con Lahcen, el berebere guía en Marruecos. Hasta ahí todo perfecto.
¡Llegó el día!
Recién llegando de un viaje por el País Vasco nos fuimos a medianoche a tomar el bus desde Oviedo, donde vivíamos, hasta Madrid, desde donde saldría el vuelo por la mañana. Era fines de noviembre y corrimos por tener el mejor lugar en los asientos de Ryanair. Todo bien hasta ese momento.
Llegamos a Marrakech y nos disponíamos a salir del aeropuerto, pasar por policía internacional y ver a Lahcen, quien nos estaría esperando para llevarnos directamente al Sahara. Pero el sueño casi, pero casi, se trunca.
Llenando la ficha de ingreso al país con nuestros datos personales, nos pedían la dirección donde llegaríamos. Anahí era la que más comunicación había tenido con Lahcen, pero nunca le habló de cómo rellenar este campo, si íbamos a pasar la noche internadas en tiendas en medio del desierto del Sahara.
Uno de los pasajeros del vuelo que estaba haciendo la fila nos dio el nombre del hotel donde se hospedaría, para que lo pusiéramos en la parte que pedía la dirección. Entre los otros pasajeros también se estaban intercambiando direcciones porque nadie iba preparado con eso. Como nosotras pasaríamos la noche en el desierto mirando las estrellas, creímos que lo de la dirección no era importante, pero aun así pusimos el nombre del hotel que nos dijeron.
A todos los pasajeros les timbraban su pasaporte, pasaban y se iban sin problemas. Pero al policía de nuestra cabina le pareció divertido jugar un poco con nosotras, con nuestros sueños y vacaciones, y de paso, ponernos nerviosas.
Comienzan los problemas
Con una conversación en inglés, que de su parte no era muy fluido y con mis nervios tampoco lograba descifrar bien lo que quería, logré entender que el policía estaba decidido a no dejarnos pasar, porque simplemente no confiaba en nuestras direcciones.
Mientras mis amigas estaban nerviosas y yo sin poder creer lo que estaba pasando, el policía de esa cabina nos hablaba en un inglés duro y poco amable, con más amenazas que soluciones de su parte, con cero posibilidad de dialogar y más decidido a hacer cumplir sus órdenes que a hablar con nosotras.
Éramos las únicas tres que quedábamos dentro de policía y, mientras yo intentaba explicarle que nuestro guía nos esperaba en la puerta del aeropuerto y que teníamos un tour por cumplir, llegaron otros dos compañeros entre los tres no dejaron de hacernos amenazas de que seríamos deportadas a España sin la posibilidad de visitar Marruecos. Pero yo estaba decidida a que eso no pasara.
Mi amiga Anahí ya estaba exaltada y Adri no entendía mucho el inglés con acento árabe de los policías. Yo era la única de las tres que podía mantener la calma y seguir conversando para que nos dejaran entrar al país y vivir nuestras vacaciones. Hasta que llegó la respuesta final que me causó más sorpresa de la esperada.
– Bueno, que sus amigas pasen, pero usted toma el próximo vuelo de vuelta a España – me dijo el policía. Mis ojos se abrieron de sobremanera por lo sorprendida que estaba, porque no había nada para discriminar que ellas dos entraran y yo no, cuando al final fui yo la que conversó con él para que nos permitiera pasar.
Ninguna se movió de ahí hasta hacer que el policía entrara en razón, explicándole que no podíamos separarnos y que no era justo que una de nosotras volviera a Madrid.
El final feliz
Nuestras palabras en inglés iban y venían hasta que llegó un cuarto policía, de rango superior al resto, y nos pidió que le explicáramos el problema. Lo hicimos y decidió timbrar nuestros pasaportes permitiéndonos la entrada a Marruecos.
Mi maleta era la única que daba vueltas en la cinta y rápidamente la tomé del mango y salimos en menos de cinco segundos del aeropuerto, por si los policías se arrepentían de habernos dejado pasar.
Ya con Lahcen en el auto, nos contó que es normal este tipo de prácticas en la policía aeroportuaria marroquí, que les gusta poner nerviosos a los turistas, sobre todo si son mujeres.
Sin duda una experiencia que nos tuvo al límite de no poder hacer una visita a Marruecos y cumplir nuestro sueño de dormir en pleno desierto.