Cosas que aprendí de México
Gracias a las amigas que hice en mi intercambio a España en 2012, es que decidí viajar a México y sumergirme en esta cultura única e incomparable que tenía muchas cosas que enseñarme.
Mi viaje comenzó con una enseñanza: soñé con una de mis amigas mexicanas que vive en Alemania, razón que desencadenó este viaje. Faltó sólo comentarle mis deseos de verla para que por fin dejáramos de soñar con el reencuentro y nos decidiéramos a marcar la fecha en el calendario. Fue así como en sólo dos días yo ya tenía vuelo al DF y había aprendido que las mejores cosas ocurren cuando nos las planeamos.
Como todo en esta historia no tiene un orden lógico, desde el momento que comencé a armar mi itinerario aparecieron los “¡Tami estás loca!”, “¡Muchos lugares en tan poco tiempo!” y “¡Te va a faltar tiempo para conocer!”, entre muchas frases típicas que aparecen cuando comento que me voy de viaje, algo que supongo que a todo viajero le ha pasado, sin mencionar la inmensidad de panoramas que recomendaban para hacer.
Pero, en honor a la verdad, en este viaje tan apresurado me enfrentaba a viajar sola, a escaparme de una despedida anunciada y a reencontrarme con mis queridas amigas, por lo que debía aprovechar, sobre todo si de conocer se trata y si de reencuentros hablamos. Finalmente en la primera página de mi libreta de viaje ya estaba marcado: DF, Tampico, Monterrey y Playa del Carmen.
Un país multicolor
Cuando hago un nuevo viaje mis ojos se preparan para guardar imágenes mentales y mi capacidad de asombro despierta. Fueron dos semanas de aventuras que, gracias a mis queridas amigas, fueron lo más mexicanas posibles. Tener amigos por el mundo me ha enseñado que es la mejor forma de conocer una cultura, ya que te permiten conocer su vida desde adentro y por un tiempo ser parte de su propia familia.
Aquí algunas cosas que aprendí de México:
Nunca creas cuando un mexicano dice que no pica o que pica poco, porque “te enchilarás”. Comenzamos nuestra aventura en el caótico DF, dejándonos llevar por las paradas obligadas de la ciudad, siendo una de estas los tacos y una buena cerveza. A decir verdad, me costó mucho lanzarme a la aventura de la comida mexicana, todo me “enchilaba” y encontrar algo que no picara era todo un desafío.
La “enchilada” más inolvidable la viví con Mónica en Monterrey. Por las dudas, mi querida amiga preguntó si en mi plato había ají. Quien nos atendió dijo que no y yo, muy ilusa, me dispuse feliz a comer un ceviche con camarón y aguacate que, para mi desgracia, llevaba camuflado un chile verde que me hizo arder el alma. No quiero imaginar qué cara puse para que el garzón me llevara agua diciendo que era por cuenta de la casa. Finalmente, y para sorpresa mía, encontré en mi paladar el aguante necesario para terminar comiendo cualquier cosa.
Salud y gracias como lema de vida. ¡El pueblo más agradecido que he conocido! En este país es muy normal escuchar “salud” cada vez que alguien estornuda. Llevaba un resfriado que me hacía estornudar muy seguido, por lo que comprenderán que recibía salud por montones en cualquier momento y lugar. Cada vez que preguntas o compras algo recibirás un “gracias”, pero no el que acostumbramos a recibir, sino uno “de veritas” siempre acompañado de un buenas tardes. Realmente educados, y lo destaco porque aquí en Chile no estamos acostumbrados.
Para comer no hay horario. Mi concepto de desayuno fue totalmente cambiado. Cuando alguien te dice “vamos a desayunar a la mexicana” inmediatamente olvídate de las frutas y del café. Bienvenidos serán los tacos, las enchiladas, la carne asada, la sopa y un sinfín de comidas que para mí son almuerzo. Si vas a México, olvídate de perder peso.
El valor de la cultura, su historia y su gente. Pirámides, playas y ruinas, entre muchas otras cosas, son la muestra de que si de algo vive México es de su historia. Creo en las energías e intento vivirlas en cada viaje; Teotihuacán, Chichen Itzá, entre otros lugares, son de los más llenos de energía que he conocido, por lo que merecen una historia aparte.
Tuve además la suerte de estar en México el día que celebran la independencia. Las calles se vuelven multicolor y orgullosos visten trajes típicos, beben tequila y cantan sus canciones favoritas donde los mariachis son protagonistas. Si hay algo de lo que estoy agradecida es de que cada lugar que conocí estuvo marcado por gente que me recibió con los brazos abiertos: en el DF mi amiga Ailin, en Tampico su familia, en Monterrey mi amiga Mónica y su prima, en Playa del Carmen Carelia, Alejandro y Mónica, e incluso en Cozumel los tíos de Mónica. La hospitalidad es sinónimo de este país.
Todos los viajes dejan alguna enseñanza, pero este en particular me enseñó que existen pueblos que, independientes de sus problemas, están dispuestos a sonreír, dan cátedra de alegría, educación y amabilidad y, sobre todo, están dispuestos a que todo el mundo lo sepa. Me fui agradecida de cada persona que me abrió las puertas de su casa y que aportó a esta historia, en la que viví una nueva aventura llena de hospitalidad y cariño en un constante reencuentro de amistades que me llenaron energía.