Corea y las conexiones viajeras


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Todavía no soy capaz de explicar el motivo por el que viajo. Lo intento y lo he intentado de muchas maneras. Viajar me emociona, me despierta profundos sentimientos de felicidad, plenitud y me conecta con personas tan distintas pero a la vez tan parecidas.

 

El mundo está lleno de culturas lejanas y desconocidas, y Corea es uno de esos países que están rumeando hace años en mi inconsciente,  invitándome a descubrirlo. Solo faltaba ese gatillante, esa conexión, esa conversación. Es que al final todo radica para mí en la conexión con las personas.

Fue solo hace algunos años que esa conexión se dio y ese destino se volvió un sueño viajero concreto que se puso de primero en mi “bucketlist”.

Extranjeros en el Camino de Santiago

Tomando vino con Euwon

La conexión viajera

– Hola, mi nombre es Euwon, como “U” y “one”.

Era el primer tramo del camino de Santiago de Compostela y mi nueva amiga peregrina se presentaba como lo hacen muchos viajeros que uno va conociendo en la ruta. Euwon, sin embargo, era especial. Sencilla, risueña y extremadamente cálida. Su nombre lo memoricé rápidamente, y sonreía al recordar esa presentación que más que la de una nueva amiga, parecía la de algún personaje de Star Wars (R2D2 = Arturito) o de un grupo de música (U2).

Qué nombres tan diferentes a los nuestros, que historias y culturas tan ricas y que personas más cálidas. Primero fue Euwon y poco a poco se fueron sumando más amigos coreanos que compartían ciertos códigos que me generaban la misma felicidad y cercanía.

Chileno y coreanas

Junto a Dongeun y Jeongah

Durante el mes que compartimos aprendí algunas palabras en coreano, su pasión muy sudamericana para disfrutar el fútbol, sus exquisiteces culinarias y, por supuesto, sus maravillas naturales y culturales. Me dieron unas ganas locas de cerrar los ojos y estar en medio de alguno de esos paisajes que tan delicadamente me describieron.

Hoy, que han pasado los años, me imagino caminando por las calles de Seúl, visitando las terrazas de Darangee o las plantaciones de té en Boseong. Recorriendo con la mochila al hombro los poblados tradicionales de Yang Dong  o disfrutando los paisajes de Seongsan Sunrise Peak.

Corea ha sido una de las grandes víctimas de esa época de guerras silenciosas de los dos bandos triunfadores de la guerra mundial. La Guerra Fría dejó una huella cruda que hoy tiene divididos a compatriotas y familiares. Todavía hay cicatrices, pero Corea del Sur ha sabido resguardar sus tradiciones y, al mismo tiempo, convertirse en una de las grandes economías mundiales, sin perder lo que Euwon y el resto de mis nuevos amigos supieron transmitirme: la capacidad de conectarse y compartir su calidez.

Coreanas

Jeongah, Jihye y Dongeun

El sueño viajero concreto

En los viajes se generan muchas relaciones fugaces. Muy fuertes y luminosas, pero que así como llegan e iluminan un gran momento de la vida, se van quedando solo un recuerdo que te hace sonreír.

En este caso pretendo que sea distinto.

Mientras estaba en Japón de luna de miel hicimos un acuerdo con nuestros amigos coreanos. 2016 sería el año del reencuentro. El año en que la Fran (mi señora) y yo nos iríamos a Corea a vivir todas esas experiencias que tanto nos contaron durante el Camino a Santiago de Compostela. 2016 sería el año en que esas delicias culinarias, esos tesoros de la naturaleza, y esas manifestaciones de la modernidad y resiliencia de Seúl serían nuestro paisaje por algún tiempo.

Si todo sale bien, 2016 será el año en que un nuevo sueño viajero sea tachado en la lista. En el que esa conversación que partió en tierras vascas continúe en tierras asiáticas, y esa conexión que me hizo tomar la decisión de conocer Corea sea una buena excusa para convencer a algunos viajeros que vengan también a enamorarse de nuestro Chile.

Lugar:

Corea

Intereses:

Gente

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