Con los ojos puestos en Fernando de Noronha
Sus cielos completamente azules y el mar color esmeralda hacen que lo llamen “el paraíso brasileño”. Y, como tal, es un lugar de difícil acceso, que sólo los más privilegiados han tenido la suerte de conocer. Por eso, Fernando de Noronha es mi sueño – aunque difícil- por cumplir.
A quienes no han oído de este lugar, les cuento que es un archipiélago ubicado al norte de Brasil, que fue declarado Patrimonio de la UNESCO en 2001. De las 21 islas que lo componen sólo se encuentra habitada la más grande de ellas, mientras que en las otras está prohibida la presencia humana salvo para fines de investigación científica.
Con los años, Noronha se ha convertido en un destino ideal para bucear, gracias a sus aguas calientes y transparentes, junto a su rica fauna acuática. Por lo mismo, la protección del medioambiente en este lugar es fundamental.
Paseos en buggy por sus arenas blancas, excursiones en barcos por sus playas y observación de delfines, son otras de las múltiples actividades que aquí se pueden realizar. También tiene senderos, fortalezas antiguas, vegetación exuberante y colinas para recorrer.
Noronha es también el destino perfecto para descansar y olvidarse de todo. No posee gran infraestructura, sino más bien posadas sencillas y pequeños hoteles que cuentan con todas las comodidades posibles. La estadía, por supuesto, incluye el clásico café da manhã.
Un par de advertencias antes de ir
Como dije anteriormente, Noronha es un destino bastante privilegiado. Se encuentra ubicado en el estado de Pernambuco – norte de Brasil- y sólo es posible llegar en avión desde Natal, Fortaleza o Recife, y los billetes de avión son bastante caros.
En segundo lugar, se trata de uno de los destinos más caros de Brasil, ya que la mayoría de los productos son traídos desde el continente. A ello se suma la entrada al Parque Nacional Marítimo y una ecotasa que va incrementando según los días que uno permanezca; algo así como un impuesto al medioambiente.
Para aminorar los gastos, conviene ir en ciertas fechas: entre julio y septiembre, cuando las playas parecen una verdadera taza de leche; o en enero y febrero, los meses ideales para los surfistas.
También he averiguado que, para conocer este lugar y preservarlo, sólo pueden acceder un número limitado de visitantes por día, por lo que para armar un viaje de este tipo hay que hacerlo con mucha, pero mucha anticipación, y con el alojamiento previamente reservado.
Aún así, Noronha sigue permaneciendo en mi mente y cada vez que hablo con un brasileño le cuento de mi sueño para recibir más información. Aunque ese país es tan grande que ni los propios locales han tenido la oportunidad de conocerlo.
Así que si tienes más información y consejos ¡házmelos saber!