Cochamó, el destino de moda


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Agarré mi mochila y partí. Puse un par de anuncios en Facebook para conseguir compañía y, para mi suerte, resultó ser una ex compañera de pega con quien partí rumbo al sur. Era tanto lo que había escuchado hablar y tan grande el revuelo que estaba causando este lugar, que mi curiosidad me llevó a conocer lo más recóndito del Valle de Cochamó. Por Bernardita Pérez.

 

Subimos cerro arriba con mochila al hombro unos 15 kilómetros en medio del bosque valdiviano. Fue duro y nos dimos cuenta de que había que tener un buen estado físico. La humedad del bosque y el calor de ese 2 de febrero (2016) hacía el viaje aún peor. Pero en el camino cientos de personas estaban en las mismas que yo, todos entre 20 y 30 años: “Don`t give up, friend”, “Ánimo, quedan tres horas”. Hasta que al fin, y después de un largo caminar, llegamos al sector La Junta.

Un maravilloso paisaje para poner la carpa, rodeado por altas cumbres de color gris claro, quebradas, bosques y cascadas. Yo no fumo, pero ese paisaje merecía un cigarrito, así es que de un tirón bajé mi mochila, me tendí en el pasto, crucé mis piernas y me puse a mirar, mientras me fumaba un muy preciado Kent One.

La Junta, Chile

Los Toboganes, sector La Junta. La gente los usa como resbalín para llegar al agua.

El día siguiente, y el siguiente, y así el resto de los cinco días que quedaban por delante, fueron puro trekking. No hay caminos, sino sólo senderos que me llevaron a lo más alto de las montañas para presenciar unas vistas que jamás imaginé. De verdad les digo: que jamás pude imaginar.

Mi amiga me acompañó el primer día. Subimos juntas un par de horas, hasta que la perdí en el camino. Es mejor hacerlo cada uno a su ritmo, porque las rutas son largas (cuatro horas de subida, aproximadamente, y tres para bajar) y algunas bien empinadas. Pero estar sola fue parte del encanto de Cochamó. Me topé con australianos, suizos, norteamericanos, ingleses e incluso un africano.

Glaciar La Paloma, Chile

Vista desde el Glaciar La Paloma.

El panorama se volvía aún mejor, ya no era sólo el trekking, sino también el poder compartir con tanta gente que estaba igual de cansada que yo, algunos sin agua y otros con dolor de pies. Intercambiamos celulares y fotos todo el tiempo, y hasta compartir el almuerzo, se volvió algo natural. Debo reconocer que saqué buenos contactos y, cómo no, muy buenos amigos para subir cerros en la capital.

De las rutas que recomiendo para montañistas está El Anfiteatro, que es el Yosemite chileno. Pude observar las caras  de los escaladores embobados cuando veían asomarse este tremendo teatro de rocas blancas y pude contemplar su emoción cuando tenían el primer approach con la roca. A sus espaldas podían presenciar la inmensidad del valle y el cordón montañoso de la cordillera de Los Andes. ¡Pero qué prestancia!

El Anfiteatro, Cochamó, Chile

El Anfiteatro, lugar de escaladores.

Para los amantes del trekking está la ruta del Arco Iris, y es en ella en la que me tengo que detener. Fue lo más apasionante de mi viaje a Cochamó. El sendero lo hice con mi amigo Raúl, un tipo de Concepción que conocí ese mismo día en el camino. Él andaba solo y quería subir, así que le ofrecí compañía. En el sendero alcanzamos a otros dos que estaban subiendo, Vicente y Ernesto, con quienes formamos un tremendo equipo.

Los dos hombres que iban detrás de mí no tenían permiso para pasarme. El sendero no sólo es difícil (cuatro horas de subida muy empinada), sino también extremadamente peligroso, y yo sentía miedo casi todo el tiempo. Hay que escalar rocas con cuerdas y a algunas de ellas les cae agua, por lo que se vuelven muy resbalosas.

Mis rodillas tiritaban y mis manos transpiraban cada vez que me percataba del precipicio que se asomaba a mis espaldas. “¡No mires para atrás!”, me gritaba Raúl. Pero mi curiosidad era mayor; no sólo observaba el paisaje –maravilloso y aterrador– sino que imaginaba a mi amiga Pili acostadita en el pasto del camping con su más preciado libro. Y yo estaba ahí, batallando con aquel cerro de Cochamó.

Arco Iris, Cochamó, Chile

Subida al Arco Iris.

Pero una vez que llegamos arriba nos quedamos en silencio. Tal vez con ganas de llorar o emocionados por los que estábamos viendo. Un full HD quedaba corto al lado de eso. La naturaleza imponente, inmensa, aparecía con mucha fuerza en aquel lugar.

Se aprecia un 360 que va desde la entrada del mar en Chile hasta los primeros cerros de Argentina. Un silencio abrumador azotaba a esa altura, ausente de todo. Nos tendimos largo rato hasta que se fue llenando de jóvenes (terminamos siendo 20 o más). Entre fotos y silencios perpetuos pudimos contemplar esta inmensidad. Ya después, algunos cocinaron tallarines. ¿Qué mejor?

Arco Iris, Cochamó, Chile

Al llegar a la cima del Arco Iris.

Nunca me sentí tan cansada y con tanta energía al mismo tiempo que en mi estadía en Cochamó. Pero no basta con mi relato, siento que aún así quedo corta.

¡Vayan a Cochamó cuanto antes y suban todos los cerros que puedan! No dejen de visitar el glaciar La Paloma, los Toboganes, Mathelandia, los que describí antes y así muchos más. No se queden en sus carpas, salgan y vayan al fogón. Es ahí donde está la riqueza de Cochamó. No son sólo sus paisajes, es la gente, el trekking y el deporte lo que convierte a este lugar en uno de los más impresionantes que he conocido.

Arco Iris, Cochamó, Chile

Una vista impresionante

Lugar:

Chile

Intereses:

Trekking

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