Cerro Toco, un volcán para todos


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Desde San Pedro de Atacama hice una expedición que es una alternativa perfecta para iniciarse en el senderismo de alta montaña. Aún así no es tarea sencilla, pero el esfuerzo se ve más que recompensado.

 

La leyenda andina dice que hubo un tiempo de tal escasez de alimentos en la precordillera de San Pedro de Atacama, que obligó a los depredadores a bajar de las montañas para buscar comida. Así, un hambriento jaguar encontró a un niño que jugaba junto a una fogata. El felino le dio caza y lo llevó a la cumbre del cerro Toco. El menor era hijo de un chamán que siguió su huella para vengarse, y así, cuando tuvo al animal en frente, decidió transformarlo en roca: quizá eso pudiera apaciguar su dolor.

Le puse mucha atención a la historia que me contó Mauricio Vargas, mi guía de montaña, aquel día despejado de octubre. Nos preparábamos para ascender a los 5.616 metros de altura que tiene la cima del Toco, donde nos esperaba la figura del jaguar convertido en piedra. Dicen que quienes han perdido a un ser amado podrán calmar su tristeza depositando una ofrenda.

Podría tomarlo como una razón extra para intentar el ascenso al Toco, un volcán extinto cuyo nombre en lengua kunza significa “rincón de agua perdida”. El día anterior, desde San Pedro pude ver su forma y altura, la cual me indicaba que debía ser uno de los más accesibles de la región. Ideal para mí que me estaba iniciando en eso de la alta montaña.

Cerro Toco, Atacama, Chile

La primera parada a los 3 mil metros de altura. Desde ahí se ve el salar de Atacama en su máximo esplendor.

La mañana en que hice el recorrido salí del lodge en una 4×4 junto a Mauricio. Desde San Pedro tomamos la ruta internacional CH-27, la misma que encamina hacia el imponente volcán Licancabur. Tras breves quince minutos de viaje tuve mi primera escala a 3 mil metros sobre el nivel del mar: una pausa muy necesaria para adaptarme a la altura. Ahí permanecí media hora, tiempo que aproveché para observar la inmensidad del desierto.

Luego de conducir por casi 60 kilómetros, y tras una nueva y breve parada a 4.200 metros, me desvié por un camino de ripio zigzagueante hacia el sector sur del Toco. Las vistas allí apuntaban al valle de Chajnator, donde se establecieron las cúpulas y antenas del proyecto astronómico ALMA. Cuando ya no se podía avanzar más, a los 5.200 metros, descendí del vehículo y me equipé con parka, gorro, lentes de sol y zapatos de trekking.

El guía me explicó que la temperatura corporal debía mantenerse siempre confortable para evitar las dos principales enfermedades de la alta montaña: los edemas pulmonares y cerebrales.

Con un viento de 70 kilómetros por hora que ya se hacía sentir, inicié mis pasos sobre un terreno marcado por huellas de camionetas, en gran medida cubierto por mantos de nieve y hielos puntiagudos que parecían una suerte de pequeños seracs que brillaban en medio del color blanco-amarillento que creaba el azufre.

A los 5.300 metros sobre el nivel del mar –siempre por la ladera sur– me desvié del camino hacia un sendero firme y suave, no demarcado, de tono oscuro y características vulcanológicas. Fue en ese instante cuando el guía me dio una instrucción precisa: debo avanzar en fila, siguiéndolo lentamente y sin hablar, para evitar los problemas que se pueden producir cuando el cuerpo produce adrenalina, oxitocina y endorfina.

Ascenso a Cerro Toco, Atacama, Chile

Un ascenso lento pero seguro, mientras el hielo y los fuertes vientos ponen duras pruebas.

Por suerte la inclinación de la pendiente no superaba los 15 grados, y la subida la realicé en todo momento sin más apoyo que los propios pies. Aún así, la respiración se hacía difícil, mientras el viento helado y el sol se transformaban en los principales obstáculos. Las dificultades, sin embargo, no evitaron que tras dos horas de ascenso realizara el último descanso junto a unas rocas, desde donde la cima parecía estar cerca. Digo cerca, porque en realidad me era muy difícil definir desde ahí cuál era la cima.

Cuando finalmente alcancé la cumbre del Toco, desde lo más alto pude mirar las cumbres del Licancabur, el Juriques y el Llulaillaco, además de la laguna Blanca, ubicada en territorio boliviano, y también descubrí la figura del jaguar de la leyenda.

Arriba pasé un rato meditando y fotografiando el paisaje coloreado de amarillo pálido, café, rojo y blanco, hasta que ya fue hora de bajar, tarea bastante más expedita que la subida, pero no por eso sencilla. Volví por el mismo sector sur del cerro Toco, pero esta vez el guía me condujo por un camino resbaladizo con roca suelta. Luego tuve que sortear un bloque de nieve de más de diez metros de ancho que se extendía largamente hacia abajo, justo en momentos en que unas ráfagas de viento de más de 100 kilómetros por hora nos derribaban sin tregua.

Exhausto y con el corazón acelerado, caminé los últimos 200 metros con satisfacción. El desafío había sido duro a ratos, pero la recompensa era mayor. Luego de un último vistazo a la cima del Toco, me sumergí en el calor de la cabina de la camioneta, por fin, mientras emprendía el camino de regreso a San Pedro.

Cima del cerro Toco, Atacama, Chile

He alcanzado los 5.616 metros, desde donde se ven el volcán Licancabur y la laguna Blanca.

Lugar:

Chile

Intereses:

Trekking

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