Cádiz, mi rincón favorito en el mundo


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Siempre digo que cada lugar tiene lo suyo, que todos me gustan por igual. Pero les contaré un secreto: sí tengo un lugar favorito en el mundo y lo quiero compartir con ustedes.

 

Calle de Cádiz, España

Las callecitas de la ciudad

Seré sincera. Conocí este lugar por casualidad. Estaba postulando a la Beca Santander y se dio como opción realizar mi segundo intercambio ahí. Desde el momento que me dijeron “fuiste aceptada en la universidad” sabía que sería algo especial; por primera vez iba a cruzar el charco y lo haría hacia España.

Recuerdo haber viajado casi 24 horas entre un sinfín de escalas que tenía el vuelo, pues iba en modo intercambio. Desde Madrid tomé un bus al sur de España, exactamente hasta Andalucía, para llegar a la ciudad que se convertiría en mi lugar favorito en el mundo entero: Cádiz.

Cai (como dicen los gaditanos) es realmente alucinante. A lo largo de su historia ha sido ocupada por cartagineses, fenicios, griegos, godos, romanos y árabes lo que me hacía pensar que algo interesante debía tener esta ciudad.

CarnavalGente llena de simpatía y con gran sentido del humor, un acento arrastrado muchas veces incomprensible, sus costumbres, sus calles estrechas y todo lo que forma parte de la cultura gaditana iban a ser parte de mi nueva vida y, qué mala suerte la mía, las conocería justo cuando comenzaba el carnaval. Iba a tener que acostumbrarme vivir entre tapeos, chirigotas (canciones graciosas que cuentan cualquier tipo de acontecimiento), bares, artistas por naturaleza y el casco histórico de la ciudad por un tiempo.

Un intercambio muy difícil

Vivir en el casco histórico fue suerte y lo mejor que me pudo pasar. La provincia con más arte de toda Andalucía que albergó acontecimientos tan importantes como la firma de la Constitución española del 1812, “La Pepa”, sería mi nuevo hogar.

Catedral de Cádiz

Catedral de Cádiz

Años y años reflejados en callecitas donde te perdías fácilmente, donde cada una cuadra había un bar y donde el ícono de la ciudad, la catedral, tenía diferentes estilos de construcciones por los siglos que se demoraron en hacerla, era mi nueva realidad. Ver cómo el comercio cerraba de 14 a 18 horas me pareció la costumbre más acertada que conocí en mi vida, aprender a que se debe trabajar para vivir y no vivir para trabajar es una enseñanza de Cai.

Para ir a clases, cada día tomaba el tren con dirección a Jerez de la Frontera y, a mi regreso, siempre buscaba diferentes rutas para llegar a casa. Perderme por la ciudad era todo un panorama y nunca sabía si terminaría comprando dulces en alguna tiendita de bollerías, vitrineando algo o eligiendo por ahí qué comer.

No sólo de concreto e historia vive este lugar, kilómetros de playa son un regalo y un contraste con todo lo anterior. Ir a disfrutar del sol a playa La Victoria o de La Caleta en el centro histórico fueron mis panoramas por mucho tiempo y, sin duda, de los mejores atardeceres que vi acompañada de una buena lectura.

Grupo de amigos en Cádiz

Los culpables

Los culpables

En esta historia existen muchos culpables de mi amor por Cádiz. Aquí las primeras: Marina, Rosita, Cristina, María y Natalia, mis compañeras de piso y amigas, quienes con su tan real y especial forma de ser me demostrarían que tuve suerte al caer en el mejor piso de la ciudad, en la calle Magistral Cabrera. Me enamoré de cada una de nuestras conversaciones, incluso de las primeras, en las que, hablando el mismo idioma, nos costaba entendernos. Fueron ellas las culpables por hacerme adicta a las tortillas, a la Nutella y a los pucheros, por llevarme de carnaval y ferias. Por hacerme reír hasta explotar y por demostrarme que la simpleza de la vida está en compartir momentos, y que existen amistades eternas.

Hay otra culpable más: Ailin, una mexicana que al pasar el tiempo se convirtió en la mejor compañera de aventuras, la que no tenía problemas en explorar conmigo cada rincón y quien disfrutaba, al igual que yo, de las cosas simples que nos regalaba el lugar. Tan única que, finalmente, fue adoptada en mi piso y unida a esta nueva familia gaditana, chilena y mexicana.

Playa La Caleta

Playa La Caleta

Pero el mayor culpable de todo es mi querido Julio, que se vino de intercambio desde Cádiz a Chile. Le conté que me iba a su ciudad y no paró de armarme panoramas. Allá me integró a su grupo de amigos y me llevó de bar en bar para tener nuestras necesarias conversaciones. Con él aprendí a disfrutar cada paseo por la playa y que el día domingo no era para pasarlo en casa.

Desde el minuto que pisé tierras gaditanas me sentí querida. Podría escribir páginas y páginas sobre todo lo que viví y aún así no podría transmitirlo. Porque un lugar no sólo lo constituye lo físico y su historia, sino también su gente y su cultura, en conjunto, lo que lo convierte en mi rincón favorito del mundo.

Porque “hay lugares donde uno se queda y lugares que quedan en uno”. Eso para mí es Cai.

Lugar:

España

Intereses:

Eventos Historia Playas

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