Budapest en ruinas


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Cruzo un hermoso puente y estoy en la antigua Buda; más allá otro me lleva nuevamente a Pest. Ya no sé cuál es cuál. No importa, hoy son una sola gran ciudad llena de vida y diversión.

 

Parlamento húngaro en Budapest

El Parlamento

Caminamos por el borde del río maravillándonos con la arquitectura que nos rodea. Una leve brisa y un tímido sol nos hacen compañía, cuando de repente el imponente parlamento aparece frente a nuestros ojos. Nos quedamos en silencio y un suspiro interrumpe nuestro ensueño. El maravilloso edificio parece sacado de un cuento de hadas donde él es el castillo principal. Un nuevo puente nos lleva a apreciarlo de cerca.

La caminata nos ha abierto el apetito y qué mejor que comer en el mercado local, aunque la comida húngara aún es un misterio que estamos a punto de develar. Luces navideñas adornan el antiguo emporio; ordenados locales con frutas, verduras, carnes, pescados, quesos y especias ocupan el primer piso; una escalera nos lleva a la segunda planta, donde hay tiendas de recuerdos y restaurantes al paso. Es hora de probar algún manjar típico, y nos llama la atención el local más lleno donde venden langos, una especie de pizza frita. Ordenamos la clásica y nos sorprende la masa que se asemeja a una sopaipilla gigante, arriba desbordada con rúcula, queso mozzarella, tomate y aceitunas.

Mercado de Budapest

Miles de tipos de paprika en el mercado

Cae la noche y nos disponemos a salir de fiesta. Los rumores generan expectativas de que la cosa se viene agitada.

Entro a una antigua edificación. Cuántas historias habrán pasado por estos muros, cuántas personas habrán nacido y muerto en sus habitaciones. Quién lo construyó, de quién fue y por qué fue abandonado no es lo importante. Un edificio con tal vez miles de historias, pero hoy en su máxima decadencia arquitectónica, vive su esplendor nocturno. Estos son los ruin bars o bares en ruinas, situados en edificios abandonados y casi por desmoronarse que la municipalidad arrienda por precios mínimos a jóvenes capaces de darles mucho más que solo onda.

Elegimos el Fogasház (cuyo nombre significa “la casa de los dientes”), ubicado en pleno barrio judío, que se ha convertido en un referente de la vida nocturna en Budapest. Realmente no entiendo muy bien a qué se debe el nombre, pero una gran boca nos recibe en la entrada. Es recomendado por ser de los más grandes y pioneros en la modalidad de los bares en ruina, desde 2009.

Llegamos a eso de la 10, porque no sabemos cuál es la hora a la que se acostumbra salir en Hungría. No hay mucha gente pero es perfecto para aprovechar el happy hour y ver tranquilamente las fotografías y obras que se exponen en el espacio cultural. Buena música –algo de reggae, hip hop y R&B–, varios ambientes, iluminación, tragos y comida con las 3B. Este lugar se ha ganado mi corazón.

Francesca Munjin en Budapest

Una increíble noche en Budapest

A eso de la 1 los distintos ambientes están que revientan de gente de todo el mundo; se escuchan diferentes idiomas y se ven todos los estilos, acá nadie es raro, mal vestido o fuera de cualquier tipo de moda.

Me tomo otro vodka y salto a la pista de baile. ¿Se han dado cuenta de que siempre el lugar donde uno esté se convertirá en el pasillo por el que pasa la gente? Así estoy yo, dando espacio para un grupo que quiere pasar, cuando una mujer me toma la cara, me planta un beso en la boca y sigue como si nada hubiera pasado, mientras su novio se ríe y, algo avergonzado, me dice: “Es parte de la fiesta”. Y tiene razón, todo es parte de esta ruina espectacular.

Son las 4:30 AM y las personas empiezan a salir de los bares para entrar a los locales de comida, donde las papas fritas y las hamburguesas toman el rol protagónico. Ahora quienes están en ruina son los rostros de todos los que deambulamos por las calles.

Budapest sin duda es especial. Logró sacar provecho del abandono y convertir la ruina en un apogeo cultural.

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