Amor en Siquijor


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Siquijor nos enamoró por sus atardeceres, sus personas, su simpleza y por su extrema sensación de paz y felicidad.

 

En moto por Siquijor

En moto por las plantaciones de arroz

Llegamos a Filipinas más por el azar que por planificación. En este archipiélago es difícil elegir el destino, pues cada isla tiene su encanto propio, así que la mejor opción fue garantizar el sol sin poner en riesgo nuestra vida. Junto a mi pololo buscamos lo más al sur posible para evitar los huracanes, pero no lo suficiente como para entrar en tierra de islamistas radicales. Así fue como Google Maps nos mostró la pequeña isla de Siquijor.

El punto de partida fue una alborotada Manila que despedía ese mismo día al Papa tras su visita por la zona. El avión llegaba hasta Dumaguete, la parada estratégica para comprar bloqueador, repelente y algo de ropa más adecuada para los 28ºC y así dejar atrás el montón de capas térmicas de los -28ºC del Transmongoliano. Desde ahí tomamos un ferry que nos llevó a esta desconocida isla de la cual no teníamos mucha información.

Al llegar, el puerto estaba lleno de tuc tucs y otros medios de transporte que, sin lugar a dudas, no contaban con ningún tipo de certificación para realizar esta función. La idea inicial era quedarse un par de días, así que arrendamos una moto para tener la libertad de recorrer cuando y cuanto quisiéramos.

Playa en Siquijor

El mar en Siquijor

– ¿Cómo la contactamos para pagarle y devolverle la moto? –le preguntamos a su dueña.

– Déjenla en alguno de los puertos con la llave y la plata. La encontraré –nos dijo.

Esta extraña respuesta fue el presagio de la perfección de esta isla. Acá no hay delincuencia y todos se conocen y confían unos en los otros. Este destino no es popular entre los locales ya que le temen por su fama de ser residencia de brujos. Tampoco lo es entre los turistas, ya que no tiene las mejores playas de Filipinas; tampoco es Patrimonio de la Humanidad y mucho menos tiene los mejores resorts con tour incluidos.

Siquijor no tiene lo que uno busca, pero sí lo que uno no sabe que necesita. Acá existe una ingenua humanidad, las personas quieren compartir y saber todo de ti y los niños te persiguen para saludarte. Hay hermosas playas vírgenes que sólo los pescadores locales conocen y las calles son usadas para secar algunos tipos de granos. Hay pocos hoteles y menos restaurantes, pero todos ellos son perfectos.

Probablemente no hubiésemos descubierto todos los encantos de esta isla por nuestra cuenta, pero el camino nos regaló a Marta y Eduardo, una pareja brasilero-polaca que ya llevaba un tiempo disfrutando esta isla y le quedaba mucho más por delante. Para conseguir que más personas sintieran las misma fascinación que ellos, nos llevaron a recorrer los lugares más recónditos y sellamos nuestra amistad comiendo juntos un pollo asado con la mano.

Amigos en Siquijor

Con Marta y Eduardo

Conocimos junto a ellos lugares que por su falta de intervención humana son hermosos y únicos. Saltamos a cataratas desde lianas y hacia el mar desde acantilados. Vivimos la experiencia de que unos peces nos hicieran la pedicura sentados a los pies de un árbol de 600 años y de ver toda la isla desde un oxidado mirador en el medio de la selva. Pienso, sueño y extraño esos maravillosos momentos a diario y me costó tomar la decisión de revelar la existencia de este paraíso con el resto del mundo.

Lo que en un principio iban a ser dos días terminaron siendo dos semanas, y viviría dos vidas allá. Algunos lugares consiguen enamorar a las personas por su naturaleza o por sus paisajes. Siquijor no sólo nos enamoró por todo lo anterior y sus atardeceres, sino que también por sus personas, su simpleza y por la extrema sensación de paz y felicidad.

Lugar:

Filipinas

Intereses:

Playas

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