Para cualquier fanático del mundo “tuerca”, uno de los máximos sueños viajeros es asistir a un Gran Premio de la Fórmula 1. Un gusto sin lugar a dudas muy caro, pero que a veces –cuando uno menos lo espera– se puede cumplir. Por Felipe Cavada.

Desde que tengo memoria una de mis grandes pasiones en la vida han sido los autos. Hecho confirmado por mis papás, que siempre recuerdan que era capaz de pasarme el día entero jugando con mis autitos y soñando con ser piloto cuando era un niño.

Esta misma pasión me hacía madrugar todos los domingos para ver la Fórmula 1 y especialmente a Ayrton Senna, la única persona que he considerado mi ídolo y por quien lloré tras su muerte en el fatídico Gran Premio de San Marino, aquel maldito 1 de mayo de 1994. El día en que se fue el piloto más grande de la historia.

Treinta años después esa pasión sigue intacta y hoy trabajo en una revista en la que, básicamente, me dedico a probar autos y escribir reviews de ellos. Un sueño para tipos como yo. Pese a esto, nunca había tenido la suerte de ir a un Gran Premio. Eso, hasta que en octubre pasado me invitaron al Gran Premio de Sao Paulo. Un sueño hecho realidad que terminó siendo mucho mejor de lo que yo imaginaba.

La invitación no sólo me daba acceso VIP, sino que me daban una vista privilegiada de la largada y el trabajo de los equipos en la calle de pits. Además, podía desplazarme libremente por la parte interna del circuito, disfrutando la carrera de cerca.

Junto a Toto Wolff, director de la escudería Mercedez

Más sorpresas

El sábado y domingo tuvimos media hora para recorrer la calle de pits, donde pude ver el trabajo previo de las escuderías y sacarme fotos en el box de Mercedes-Benz. Pero las sorpresas no pararían ahí, ya que el domingo el piloto Nico Rosberg subió a saludarnos y compartir con todos los invitados de la marca.

Tras su visita llegó Toto Wolff, director de la escudería Mercedes-Benz, quien también se mostró muy amable con nosotros e incluso se tomo el tiempo de sacarse fotos con cada uno.

Emerson Fittipaldi

Cuando yo ya no podía más de la felicidad, llegó la última sorpresa. Fui el ganador del sorteo de uno de los cuatro pases para ir a recorrer la calle situada detrás de pits y conocer el box completo del equipo Mercedes. Estuve a cinco metros de Niki Lauda y Emerson Fittipaldi, y sentí la tensión previa de la carrera. Lejos una de las mejores experiencias de mi vida, que culminó con una foto junto al monoplaza de Rosberg.

Después vino la carrera, un show sin parangón, con adrenalina por montones, porque ver pasar 18 monoplazas a más de 300 m/h es algo indescriptible, incluso para los que no son amantes de los autos. Y todo culminó con una de las escenas deportivas más lindas que haya vivido en mi vida: la torcida brasilera, al mejor estilo de las barras de fútbol, coreaban a todo pulmón el nombre del héroe local –Felipe Massa-, quien terminó tercero.

El momento fue de gran emoción y dejó a más de uno al borde de las lágrimas, entre los que me incluyo. Simplemente un recuerdo imborrable y una experiencia única en la vida.