Travesía en overland por Torres del Paine
Las ventosas rutas australes de Chile reciben cada año a este poderoso camión todoterreno con un novedoso concepto de travesía. Creación de lazos con los participantes, convivencia con el entorno y amor por los caminos son su particular filosofía de viaje. Por Pedro Arraztio.
Los caminos se hicieron para ser recorridos. Hay quienes lo hacen porque la vida no les ha dado otra alternativa, y otros cuya alternativa de vida es no recorrerlos. Algunos los usan para escapar y otros para encontrar, algunos dejan huellas y otros las borran; algunos los avanzan y otros los retroceden. Hay hombres que han forjado caminos y caminos que han forjado hombres.
Existen también aquellos que andan los caminos sólo por el placer que les produce transitarlos. Esos son los románticos, y Álex Saffa es uno de ellos. Desde hace más de 20 años que recorre Chile de norte a sur y de mar a cordillera. Su hija Verena lo acompaña desde hace cinco. Él y su equipo han conseguido encantar a visitantes de todo el mundo con el proyecto que mantiene cautivo su tiempo y corazón: el overland.
¿Qué es? Para él, su vehículo “regalón”, con el que espera lograr el viejo y profundo anhelo de llevar a los chilenos por las rutas y caminos de su país. Pero en estricto rigor es un camión Mercedes Benz equipado para transportar a más de 30 pasajeros y cruzar por todo tipo de rutas; también tiene espacio para acarrear equipaje, comida y los insumos necesarios para armar campamentos.
La idea es que subirse sea una experiencia de viaje auténtico. La filosofía es disfrutar el camino y fascinarse con los paisajes naturales hasta los que el overland llega. En un ambiente muy familiar, los participantes de la travesía pueden colaborar, si es que lo desean, con el equipo en las labores cotidianas del campamento. La idea es que al poco andar broten las amistades y el espíritu de compañerismo.
Mi travesía con ellos comienza en Punta Arenas, donde conocemos al grupo compuesto por quince personas, entre ellos franceses, alemanes, estadounidenses y un par de chilenos (que somos la minoría). Luego de una pequeña recalada en Puerto Natales, el camión todoterreno entra en tierra derecha hacia el Parque Nacional Torres del Paine, donde el viento es amo y señor de los caminos. El primer destino es el camping Pehoé, a orillas del lago del mismo nombre, para arma campamento.
La vista desde aquí de los llamados Cuernos del Paine es una postal chilena que ha recorrido el mundo a través de documentales y libros de fotografía. Gracias a los cambiantes cielos patagónicos, la imagen de los macizos transforma constantemente sus tonalidades, a ratos más grises y otros más rojizas, mientras las verdosas aguas del lago resaltan aún más la panorámica.
La tarea de montar las tiendas es supervisada por los guías, ya que su correcto armado es fundamental en un clima tan cambiante y ventoso. La actividad sirve para empezar a generar los primeros lazos de confianza y cooperación dentro del grupo, rato que se ameniza con un contundente asado. Entre risas y conversaciones, llega la hora de dormir, esperando que la verdadera travesía comience al día siguiente.
De caminos a senderos
El filósofo y matemático Pitágoras dijo una vez: “Apártate de los caminos frecuentados y camina por los senderos”. Y, para este caso, las palabras del gran sabio griego cobran características de dogma: no hay forma de conocer los lugares más fantásticos y mágicos de las Torres del Paine que no sea caminando.
Los pequeños senderos generalmente son demandantes físicamente y de largo aliento (siete horas de camino entre ida y regreso), pero el equipo no impone ninguna obligación a los pasajeros para que realicen las caminatas de forma completa. La primera incursión profunda tiene como objetivo llegar a la base de las Torres del Paine.
El primer tramo de sendero es bastante escarpado y pedregoso, pero se hace mucho más amable luego de llegar al Refugio Chile, cerca de la mitad del recorrido. Entre el tupido bosque nativo pueden vislumbrarse de vez en cuando las torres, cada vez más cerca. El último trecho es el más duro de todos. Grandes rocas y un alto grado de verticalidad son los escollos a superar. Lo empedrado y anguloso del camino inevitablemente hace pensar en cómo fue este lugar hace miles de años, cuando todo lo que ahora se recorre caminado estaba cubierto por un enorme glaciar. Al llegar a destino, el cansancio cede ante el asombro generado por la imagen grandilocuente de las torres. Si ya son impresionantes en fotografías, verlas desde tan cerca es realmente sorprendente: los tres monolitos se erigen como seres gigantes de granito esculpidos por el viento.
Otra sorpresa entrega la caminata al lago Grey, mucho menos exigente y de sólo una hora de duración. Este sendero es, posiblemente, el más transitado del parque, y permite contemplar los enormes hielos desprendidos del glaciar, que alcanza a vislumbrarse a la distancia. El paisaje es, sin duda, una fotografía obligada, donde el gran protagonista es el refulgente celeste emanado de los hielos. El viento helado, que carcome hasta los huesos, hace que al poco rato se añore regresar a la acogedora cabina del overland.
Un último desafío a pie es el trekking al valle del Francés, que toma alrededor de dos horas y media. Antes de llegar al punto de partida de esta caminata es necesario llegar al albergue y camping Paine, que se ubica en la falda sur de los macizos. Para tal tarea, el overland traslada a los pasajeros hasta el Hielos Patagónicos, catamarán que cruza el lago de punta a punta. El sendero rodea al lago Skottsberg y luego atraviesa hermosos bosques de nothofagus, como coigües magallánicos y lengas. Después de una hora adicional de recorrido es posible ver desde muy cerca al glaciar Francés.
Al quinto día de viaje se levanta el campamento del camping Pehoé. Con el viento como constante compañero, el overland se aleja de las Torres del Paine para dirigirse hasta Punta Arenas, donde transcurren los últimos dos días de travesía.
Kilómetros finales
Aquí el camión todoterreno deja de ser un surcador de caminos agrestes y se adapta a la situación del city tour. El Punta Arenas esencial es recorrido en unas cuantas horas: el Palacio Sara Braun, la Residencia Menéndez, el hermoso cementerio y el imperdible Museo Salesiano Marggiorino Borgatello son parte del itinerario. Hay tiempo suficiente como para ir a conocer los pingüinos magallánicos que anidan en el Seno Otway.
El viaje culmina y el overland da el adiós a los viajeros en el aeropuerto de Punta Arenas. Con efusivos abrazos, Álex y su equipo se despiden de quienes llegaron a convertirse en sus compañeros de ruta. Terminada la travesía, llega la hora de los balances.
Días transcurridos: siete. Destinos visitados: tres. Kilómetros transitados: 1.070. Amistades hechas: muchas. Sentimientos que quedan: principalmente uno. El deseo incontenible de seguir recorriendo caminos.