A dedo por Islandia

 

Suele estar fuera de la clásica ruta europea, pero este país está lleno de naturaleza y aventura. Opté por recorrerlo a dedo, para conocer sus cataratas, géiseres, aguas termales, formaciones rocosas y glaciares, y presenciar el sol de medianoche, una experiencia que no olvidaré nunca.

 

Cuando estaba planificando mi viaje a Europa me encontré con un pasaje Inglaterra/Irlanda muy barato. No lo pensé ni cinco minutos y lo compré, pues siempre ha sido uno de mis destinos soñados. Lo mejor de todo es que lo conocería a principios de junio, cuando los días duran casi 24 horas y la temporada baja está llegando a su fin.

Si bien Islandia, Noruega y Suiza son los destinos más caros de Europa, sus atracciones naturales son gratis, por lo que se puede acampar en muchos sitios. Además, hacer dedo es algo muy popular, por lo que si uno es riguroso puede ahorrar bastante.

Campo en Islandia

Casa tipica islandesa del campo

Armando planes

Al llegar a Reikiavic, la capital, salí a preguntar por tours y arriendos de auto, pero todo era carísimo, así que la idea de hacer dedo se fue haciendo cada vez más potente. Sobre todo al enterarme de que Islandia es uno de los países más seguros del mundo, donde el autostop es muy común, ya que el transporte interurbano es casi inexistente (y el que existe es carísimo).

No estaría por muchos días y el presupuesto para dar la vuelta la isla se escapaba de lo contemplado, así que opté por recorrer la costa sur, que es más fácil de alcanzar y tiene una cantidad de atracciones naturales que pueden recorrerse tranquilamente.

Dejé el día para conocer Reikiavic, caminar por sus calles y recorrer el pequeño centro, donde aún se conversan muchas de las casas tradicionales que había hace décadas. También degusté un plato tradicional llamad hákarl, que es carne curada de tiburón con un fuerte olor a amoniaco, no apta para estómagos débiles.

Hákarl

Hákarl, un plato típico islandés que consiste en tiburón fermentado (muy fuerte)

¡A hacer dedo!

Me levanté temprano, ya que no pude dormir más por el exceso de luz. Un bus público me dejó en una parada llamada Helluvao, a las afueras de Reikiavik, y me aposté en una bencinera a hacer dedo. Como la gran mayoría de los autos iba a una ciudad cercana, opté por viajar por tramos para acércame a Vik.

La primera persona que me llevó fue un trabajador de una planta geotérmica, con el que conversé sobre el uso de esta energía y otras cosas de Islandia. Lo bueno es que la gran mayoría de los habitantes habla inglés, ya que su lenguaje es muy complicado y me hubiera resultado muy difícil poder comunicarme (intenté aprender un poco de islandés, pero abandoné el intento a la media hora).

Me dejó en un pueblo y a los pocos minutos se detuvo otra persona, dinámica que se repitió durante todo el día. Gracias a eso pude conversar tanto con locales como con turistas que andaban como yo, ansiosos de recorrer este país.

De lo que conocí ese día, lo que más me gustó fue Seljalandsfoss, una pequeña caída de agua donde se puede pasar por detrás, y Skofagoss, una más caudalosa, con un entorno impresionante.

Seljalandsfoss, Islandia

Seljalandsfoss

Al llegar a Vik pasé la noche en un hostal, ya que no andaba con carpa ni saco de dormir. Aunque no son muy baratos, allá se paga sólo por la cama, por lo que cada uno debe llevar su saco de dormir.

En busca de la laguna de hielo

Al día siguiente sólo hice dedo cinco minutos, pues rápidamente una pareja de suizos se ofreció a llevarme. Parecía como si hubiesen estado tratando de batir un récord, pues el camino que pensaba recorrer en seis horas lo hice prácticamente en tres. Así pude observar distintos paisajes y contrastes, desde el verde característico de la zona sur, hasta el negro producto de la actividad volcánica que ha habido en los últimos años.

Sin darme cuenta de los rápido que avanzamos, llegamos a Jökulsárlón, un lago con un hermoso espectáculo de pedazos de hielo flotando, que avanzan en dirección al mar. Estos provenían de Vatnajökull, el glaciar más grande del país, que se apreciaba a lo lejos perdiéndose en el cielo gris.

Jökulsárlón, Islandia

Jökulsárlón

Los suizos me dejaron en un pequeño pueblo llamado Hofn, donde no había más que hacer que relajarse en el hostal y planear el siguiente día de la aventura.

El regreso

Antes de regresar a Reikiavik pasé por Reynisfjara, donde hay una formación rocosa de basalto junto a una cueva que apareció en Noe. A un lado hay una playa de arenas negras con monolitos en medio del mar que, según cuenta la leyenda, son trolls que se quedaron petrificados.

De vuelta a la capital, me quedé dos días más para aprovechar de conocer el circuito llamado “triángulo dorado”. Así visité Gulfoss, la catarata más famosa del país, y un campo de géiseres donde se encuentra el famoso Geysir.

Las últimas noches me moví por los bares del centro de la ciudad, que goza de una excelente vida bohemia especialmente los fines de semana, cuyo apogeo es a las 3 AM.

Antes de subir al avión de vuelta a Londres me compré una cerveza y un hot dog islandés, y me puse a pensar en la gran experiencia que tuve y en lo que me faltó por conocer. ¡Sin duda debo volver para seguir recorriendo esta maravilla de país!

Sol de medianoche, Islandia

Sol de medianoche (eran como la 1 AM)

Lugar:

Islandia

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