Un funeral en Bali
El plan era quedarnos tres días, pero terminamos pasando una semana completa en Ubud. Nunca pensamos que un funeral sería la razón para alargar la estadía ni menos que terminaría siendo una de las mejores experiencias de nuestro viaje.
Llegamos a Ubud, en la isla de Bali (Indonesia), después de varios meses recorriendo la parte continental del Sudeste Asiático. Por más cursi que esto pueda sonar, debo confesarles que desde que había leído el libro y visto la película Comer, rezar, amar soñaba con conocer ese maravilloso paisaje rodeado de campos de arroz por donde la protagonista paseaba tranquilamente en su bicicleta.
Las expectativas eran altas y Ubud las cumplió con creces; y es que además de contar con hermosos paisajes es un lugar rico en cultura, historia y religión.
¿Y cómo es eso de que terminamos en un funeral?
Todo partió el día que llegamos a Ubud. Habíamos reservado en un lugar nuevo (a muy buen precio) un poco alejado del centro, con una vista espectacular a los extensos campos de arroz.
Al llegar nos encontramos con un tumulto de balineses que no nos dejaban seguir avanzando por la calle; preguntamos si efectivamente era ese el lugar y el taxista nos dijo que según la dirección era ahí, por lo que bajamos nuestras mochilas y caminamos hasta el final de la calle. Al tocar el timbre salió a recibirnos Putu, un jóven balinés de aproximadamente nuestra misma edad vestido con las ropas típicas. Se disculpó por el ruido y el tumulto de gente, y nos llevó a nuestra pieza.
Con muy buen inglés nos contó que toda esa gente era parte de su familia y que estaban celebrando el funeral de su tía-abuela, que había sido una importante sacerdote de la isla. Y nos pidió que lo disculpáramos por el ruido que podía haber en los próximos días.
¡A comer!
Nos acomodamos y un rato después decidimos salir a buscar algo de comer. En la terraza/recepción le preguntamos a Putú por algún lugar bueno y barato. Nos preguntó:»¿Tienen hambre? ¡Nosotros tenemos mucha comida!». Le dijimos que no se preocupara, pero él insistió mucho, así que finalmente lo acompañamos.
Nos condujo a la parte de atrás del hospedaje, donde nos encontramos con todos los asistentes disfrutando de un ¡verdadero festín! Con un poco de vergüenza (y con un nudo en el estómago por el hambre que teníamos) nos servimos un plato lleno de deliciosos sabores balineses. Todos comían con la mano y nosotros también lo intentamos, pero no lo logramos, así que tuvimos que pedirle a Putu un par de tenedores.
No estábamos entiendo muy bien la dinámica del «funeral», ya que toda la gente que estaba reunida en el lugar se veía muy contenta y animada, conversando y disfrutando.
No volvimos a ver a Putu ese día, pero decidimos que al siguiente le preguntaríamos de qué se trataba exactamente esa «celebración».
Vivir un funeral en Bali
Al día siguiente los festejos se habían calmado y no había mucha gente, por lo que decidimos ir a pasear por el centro y algunos templos de la zona. Había tanto por recorrer que decidimos quedarnos un par de días más de lo planificado.
En la tarde nos encontramos con Putu, que se veía muy cansado. Nos comentó que ese mes había sido muy intenso para él porque había tenido que liderar todas las actividades asociadas al funeral de su tía-abuela. ¿Ese mes? Sí, nos comentó que la celebración duraba un mes y que estaban en la última semana, que era la más intensa, ya que era cuando llegaban todos los miembros de su clan desde distintas partes de la isla para honrar a la señora difunta.
Los balineses son hinduistas y creen en la reencarnación. Putu nos explicó que para ellos un funeral es una de las celebraciones más importantes que tiene una persona, ya que se celebra la vida después de la muerte. Nos dijo que si queríamos podíamos ir en dos días más a una de las celebraciones más importantes, donde hacían bailes y rituales especiales para la ocasión. Sin pensarlo dos veces le dijimos que estábamos encantados con la idea de poder asistir.
Y así, dos días después, estábamos con nuestra vestimenta balinesa improvisada, un sarong (falda) para ambos y un pañuelo en la cabeza para los hombres, listos para pasar un día de funeral balinés.
Las actividades partían temprano y pudimos presenciar un increíble concierto de gamelán, obras de teatro, bailes, rituales y festejos de todo tipo. Fue una jornada impresionante llena de colores, música y buen ambiente. La gente sonreía cada vez que nos veía y nos hacían sentir parte en todo momento. Esto a pesar de que casi ninguno hablaba en inglés, por lo que la comunicación era sólo a través de señas.
Al llegar la noche nos invitaron a quedarnos y presenciar el show de comedia que tenían preparado. Aunque no entendíamos ninguna palabra nos matamos de la risa, sobre todo cuando a mi pololo lo invitaron a bailar al escenario. ¡No podía parar de reírme!
Al día siguiente la ceremonia concluyó con una larga caminata desde la casa hasta el cementerio. Lamentablemente no podíamos seguir alargando más nuestra estadía y solo pudimos estar presentes en las actividades de la mañana.
Sin duda fue una experiencia que cambió nuestra forma de ver un funeral y nos abrió los ojos a una nueva manera de entender la muerte. Una historia para recordar por siempre.