Sola en la ciudad más romántica del mundo
La Torre Eiffel iluminada, los paseos por el Sena al atardecer y las parejas besándose frente a cada edificio famoso no lograron arruinar mi viaje solitario. De hecho, contemplar París sin nadie a mi lado fue una de las mejores cosas que me pueden haber pasado.
Desde mucho antes del inolvidable “Siempre nos quedará París” de Rick Blaine en Casablanca, la capital de Francia ya era vista como la ciudad del amor por muchos ojos soñadores que se derretían con el acento francés y jugaban a imaginar los edificios con balcones románticos, ignorando el olor que se esconde tras cada uno de ellos. Porque es cierto, a veces París apesta. Desde el misterioso aroma de las calles hasta el insoportable hedor de la gente en un caluroso día de verano encerrados en el metro.
Y es que al igual que la mayoría de las relaciones de pareja, la ciudad del amor no es perfecta. Pero creo que darle una oportunidad y conocerla vale totalmente la pena, a pesar de ser uno de los destinos más cliché del mundo.
Dicen que la amas o la odias, no hay matices grises. Debo admitir que mis primeros pensamientos al empezar a recorrerla fueron: “¡qué asco ese olor!”, “no entiendo nada” y “¿cuánto falta para mi vuelo a Londres?”. Pero después llegué a la conclusión de que aunque no fue como la imaginaba, definitivamente es una ciudad hipnotizante, que cuesta abandonar y te deja con ganas de volver.
Masticar chicle y cruzar la calle: ¡imposible!
No soy la mayor fanática de saltar de una atracción turística a la otra; prefiero caminar sin rumbo ni apuros para disfrutar de las calles, sentir la atmósfera y analizar todo lo que me rodea: la arquitectura, las personas, los sonidos y olores. Por lo tanto, creo que mi mala primera impresión se debió a que hice uno de los rápidos, grupales y famosos free walking tours.
No me mal entiendan, ¡son increíbles! Y los guías enseñan un millón de datos interesantes mientras van moviéndose y mostrando algunos de los sitios más llamativos de la ciudad. Sin embargo, para mí fue imposible absorber todos los conocimientos y al mismo tiempo concentrarme en los impresionantes detalles de cada construcción. De hecho, el Patio Cuadrado del Louvre me dejó babeando con la boca abierta y tuve que leer más sobre él al llegar a mi hostal porque simplemente no escuché nada de lo que mi grupo discutía.
Lo mismo me pasó con los Campos Elíseos, la Torre Eiffel, el Barrio Latino y prácticamente todo lo que vimos ese día. A pesar de amar cada cosa que aparecía no alcanzaba a analizarla como a mí me gusta: contemplando en silencio y quizás con un café en la mano. Por lo tanto, al día siguiente quise hacerlo a mi manera, con mapa, guía turística y ninguna compañía que me distrajera.
Caminando sin nadie a mi lado
Para muchos estar solos en la ciudad más romántica del mundo puede sonar como la peor pesadilla. Pero no sé si es porque soy el grinch del amor, porque tengo un terrible déficit atencional, porque soy hija única o por alguna otra razón aún por descubrir, para mí recorrer París sin nadie más que mi sombra no podía sonar mejor.
¡El día siguiente fue maravilloso! Caminé por todo Montmartre mientras pensaba cuál de todos esos lindos edificios se iba a convertir en mi casa del futuro. Las calles de adoquines, las extrañas esquinas donde todo parecía juntarse, los encantadores cafés y toda la historia de los pintores famosos que ahí vivieron, me hacían apreciar cada paso cansado que daba por seguir explorando.
Pero una tarde increíble no podía terminar sin una noche épica, así que al volver al hostal me junté con una mexicana y una argentina con las que fuimos a tomar cervezas al borde del canal Saint-Martin, donde se llena de gente joven que se junta con vino y cosas para comer a conversar durante horas. Ahí me encontraba disfrutando sin ningún apuro ni mayor preocupación en la vida que no fallar en el intento de después subir a mi camarote, al mismo tiempo que terminaba la jornada que me enseñó a siempre ir a mi ritmo para pasarlo bien durante un viaje, no importa que tan pausado, callado o solitario sea.