El mejor de mi vida: trekking en Nepal
Despertar, caminar, subir escalones, caminar, descansar, respirar, caminar, comer, dormir y repetir. Cinco días, más de cinco mil extenuantes escalones, calor, frío, el más bello paisaje, aire puro y una felicidad extrema resumen este trekking en Nepal, el mejor de mi vida.
Nepal es uno de los países más pobres del mundo, con una fuerte inestabilidad política producto de la tan reciente guerra civil. A comienzos de este año se vio azotado por un fuerte terremoto que destruyó pueblos completos y actualmente sufre el bloqueo de petróleo por parte de India, afectando a toda la población con aumento de precios y escasa movilización. Estas razones han espantado a los turistas, disminuyéndolos a un tercio. Son estos los momentos en los que el mayor aporte que uno puede hacer es ir, recorrer, conocer su gente hermosa, disfrutar y recomendarles a todos que Nepal les cambiará la vida.
Cruzamos desde Varanasi, India, en un bus con dirección a Katmandú. Revisamos el mapa y vimos que era mejor bajarnos antes, en un pueblo de tan sólo una cuadra al borde de la carretera. Ahí estábamos más cerca de Pokhara, el punto de partida para diversos senderos. Nos subimos a una micro repleta, donde gracias a la amabilidad de una señora conseguí un pequeño espacio casi arriba del conductor, debiendo mover la pierna cada vez que él pasaba un cambio. Ahí, apretada e incómoda, comenzó la mejor aventura de mi vida y el lugar que robó mi alma para siempre.
Alistarnos para la montaña
Pokhara tiene absolutamente todo lo necesario para el trekking. Yo solo tenía zapatillas, así que tenía que abastecerme por completo. Partiendo por mochila nueva, calcetines, bastones, ropa de abrigo, pastillas para purificar el agua y alimentos básicos. Encuentras lo que quieras para senderismo y equipo técnico a precios muy económicos, pero claro está que todo es falso, por lo que se puede encontrar imitaciones de las marcas más famosas de deportes de montaña.
El siguiente y más importante paso fue sacar los permisos respectivos. Se necesitan dos: el ACAP (Annapurna Conservation Area Project), que se obtiene en la oficina ubicada en Katmandú o Pokhara; y el TIMS (Trekker’s Information Management System), que se adquiere en la entrada del parque al comenzar el trekking. Cada uno cuesta 2.000 rupias (aproximadamente US$ 20), aunque el TIMS sale más barato si vas con guía. Además debes entregar cuatro fotos de tamaño pasaporte, datos de contacto y el recorrido que pretendes realizar.
Nosotros elegimos ir sin guía, pues haríamos el circuito de Ghorepani – Poon Hill considerado con dificultad baja, el cual está muy señalizado y pensado para recorrerlo en tres días. Como teníamos cinco, decidimos extender el recorrido hacia Landruk.
Escalera al cielo
Vestida con toda mi tenida outdoor, con la mochila al hombro, llena de energía en el cuerpo y con la sonrisa más grande, comencé el día uno.
Llevábamos tres horas de trekking cuando nos cruzamos con unos sherpas (cargadores de equipos y mochilas en la montaña).
– Namaste ¿a dónde van? –nos preguntaron.
– Namaste, a Ulleri –contestamos animados.
– Ánimo, se vienen las escaleras.
– ¿Es mucho? –pregunté inocente esperando que me dijera “no es nada, ya casi llegan”.
– 2.500 escalones.
Chan chan chaaaaaaan… Sentí que una cámara se acercaba a mi rostro y mi ojo tiritaba. Bueno a darle no más. Fueron los 2.500 pasos más agotadores de mi vida; cada cien escalones hacíamos una pequeña parada y los últimos mil fueron como una tortura. De repente apareció una casa, avanzamos un poco más y un pueblo se irguió entre la montaña. Habíamos llegado. Primer día, prueba superada.
Negociamos para no pagar la habitación si comíamos y tomábamos desayuno en el lugar. Luego de una ducha reponedora y un gran plato de spaghetti con tomate y queso, dormimos como nunca, para despertarnos con la mejor de las recompensas: los Himalayas nevados nos daban los buenos días y nos cargaban de energía para una nueva jornada. Nos esperaban otras seis horas agotadoras, pero llenas de magia.
Mi lugar en el mundo
El tercer día comenzó a las 4 AM con el cometido de llegar a ver el amanecer a Poon Hill. Sería una hora de subida para llegar a los 3.200 metros de altura. Tres de las diez montañas más altas del mundo estaban frente a nosotros esperando recibir los primeros rayos del sol, en un espectáculo que nos dejó sin aliento. Misión cumplida.
Fueron cinco días de trekking, cada uno de entre seis y ocho horas de caminata. No lo puedo negar, me cansé y mucho, me dolían los músculos de todo el cuerpo, tenía un calambre constante en una pantorrilla, tendinitis en la muñeca producto del bastón y un rasguño como recuerdo de una caída. Pero el dolor más grande era saber que el trekking llegaba a su fin, una pena enorme que vuelve ahora al escribir esto. Quería seguir descubriendo nuevos pueblos, conociendo gente hermosa, respirando ese aire puro, hidratándome con el agua de la vertiente y maravillándome con cada nuevo paisaje majestuoso. Fueron cinco días que llevo en mi memoria y mi corazón; solo cinco días bastaron para saber que volveré a ese lugar una y mil veces.