Maldivas para todos
Hace algo más de un año atrás, sin moverme de la cama, veía Paraísos Vírgenes, uno de mis programas favoritos. Playas paradisíacas aparecieron en la pantalla: las islas Maldivas.
Qué lejano parecía Maldivas. Hermoso, pero lleno de lujo, se hacía ver como imposible de cumplir. Faltaban sólo meses para iniciar mi recorrido por el mundo y yo agregaba y quitaba destinos de la lista, pero jamás se me pasó por la cabeza incluir las famosas islas para millonarios. Qué equivocada estaba. Maldivas era posible y fácilmente se convirtió en una realidad.
Las islas locales
En 2009 Maldivas abrió todas sus islas al turismo; antes, ese privilegio era exclusivo para los huéspedes de los hoteles de lujo y resorts ubicados en islas privadas. Así surgieron nuevos hospedajes para bolsillos más reducidos.
Como algunos dicen, “soñar es gratis” o “en mirar no hay engaño”. Por eso revisé en internet los resorts con palafitos sobre el agua, hermosos pero con precios ridículos que iban desde los 300 hasta los 8.000 dólares. Sí, leyeron bien, ¡ocho mil dólares la noche! No sólo por que andaba mochileando, sino porque además aún no me gano el Kino, esa posibilidad quedó totalmente descartada.
Mafushi es una isla local. Ahí hay hoteles con precios más razonables, restaurantes, actividades acuáticas de todo tipo y, bueno, también casas, una escuela y la cárcel (con la mejor vista del mundo). El alojamiento parte desde 40 dólares y los precios son más altos que en el Sudeste Asiático, pero esto es un paraíso de playas vírgenes y colores sorprendentes. Comer es barato; hay platos ricos y grandes por tres dólares.
Las aprensiones de Maldivas se disiparon y sólo me quedaba disfrutar.
Cuidado, está prohibido
Maldivas es un país musulmán, pues el islamismo es la religión oficial y la única permitida, lo cual implica que existan algunas prohibiciones: no se puede ingresar ningún tipo de artículo religioso que no sea musulmán –por ejemplo, una biblia–drogas (al igual que en todos los países) ni material pornográfico. Pero el punto a destacar es que no se puede entrar con bebidas alcohólicas, además, su venta está prohibida en las islas locales.
Si para ustedes la arena blanca, el mar cristalino y la palmera ladeada a un costado necesita ir acompañada con una cerveza, existen soluciones. La primera opción es ir a los bares flotantes pues, al ser barcos, tienen derecho a vender tragos. Yo no lo hice porque durante el día estuve principalmente con mi cabeza bajo el agua conversando con mis amigos peces.
La otra opción, un poco más cara pero recomendable, es el paseo por el día a un resort. Como ya les comenté, los precios son de locura, pero existe la posibilidad de ir de “tour” todo el día a una de estas lujosas islas. A las 8 de la mañana partes en lancha al hotel que hayas elegido, te reciben como a una celebridad, te dan un trago de bienvenida y toallas frías para refrescarte, paseas por la isla y después te acomodas donde prefieras: en la piscina o en cómodas sombrillas frente al mar. A las 10 de la mañana comienza el bar abierto, luego viene un almuerzo gourmet a la carta y, en la tarde, ves un atardecer de ensueño. Un día como rey.
El mejor buceo de mi vida
Luego de haber buceado en Indonesia y en Tailandia, les puedo decir que Maldivas tenía otra sorpresa: ¡el buceo ahí era muy barato! Como no me imaginaba que fuera así, fui a preguntar casi con miedo, hasta que supe que la inmersión salía 35 dólares incluyendo todo el equipo. No lo dudé y salté al agua. Hice tres descensos, cada uno más espectacular que el otro. En el último me encontré rodeada por una familia de mantarrayas que danzaba a mi alrededor con estilo y gracia; unos metros más abajo 15 tiburones punta negra me hacían olvidar todos mis miedos pasados y me mostraban su hermosura.
¿Ya están haciendo las maletas? Anímense, porque ningún sueño, por muy lejano que parezca, es imposible.