Uruguay, noches de sueños
Nos fuimos de Uruguay con el corazón contento, enamorados y felices de volver a vivir este país tal como es: mágico, tranquilo, acogedor y, sobre todo, inigualable. Por Valentina Orlandi.
Se dice que uno debe hacer ciertos tipos de viajes en su vida, solo, en pareja, con amigos y con familia. Esta vez decidimos viajar en pareja. A Andrés lo conocí en alguna vuelta de la vida y nos llevamos increíble. Estar juntos es algo tan entretenido que se nos ocurrió la idea de viajar juntos. Y qué mejor destino veraniego que las costas de Uruguay.
Recorrimos la mayoría de los pueblos y ciudades costeras, pero quiero detenerme específicamente en Valizas y Cabo Polonio, dos lugares que albergan la magia de este país.
Valizas es el lugar más entretenido de Uruguay a nuestro parecer, pues antiguamente fue una comunidad hippie. Caminando por ahí conocimos a los payasos Apa y Cualquiera, quien nos invitó a quedarnos en su casa.
Todas las noches veíamos el show de los payasos en la plaza, para después comprar unas birras y partir a disfrutar de todo lo que Valizas puede entregar. Cualquiera nos dijo que, un día que no hubiese luna, fuéramos al mar a ver las famosas noctilucas (plancton luminiscente). Fuimos, nos acercamos al agua, pataleamos un rato en el mar y nada. Pero al mirar al cielo nos sorprendimos con la infinidad de estrellas que nos rodeaban.
Caminamos para alejarnos de la luz y ni siquiera nos veíamos las manos, pues la única iluminación era la del imponente cielo que había sobre nosotros. Fue uno de esos momentos que, yo sé que todos lo han vivido, en que te quedas congelado y con la boca abierta, pensando que nunca has visto algo tan bonito como lo que tienes enfrente.
De La Pedrera a Cabo Polonio
En una de las conversaciones que tuvimos con nuestros anfitriones, nos contaron que uno de los mejores lugares para pasar el carnaval de febrero era La Pedrera, así que partimos a celebrar. Compramos pasajes ida y vuelta en un bus que se demoraba más o menos hora y media.
Al llegar nos esperaba una masiva guerra de agua y la avenida llena de música, disfraces y mucho copete. Nos pegamos nuestros bailes hasta que llegó la hora de volver a Valizas para seguir nuestro camino un poco más calmado hacia Cabo Polonio.
El Cabo es una reserva nacional, y el único lugar donde es posible ver ombúes juntos (son árboles gigantes que crecen solos). Para llegar hay dos opciones: por carretera o caminando 8 kilómetros desde Valizas. Como ya habíamos pasado muchas horas en buses y la plata se hacía poca, decidimos caminar.
Partimos a las 10 AM por la playa hasta llegar a un río que se une con el mar, un tanto difícil de cruzar, pero entretenido de todas formas. Luego pasamos por tres dunas hasta llegar nuevamente a la playa en camino recto hasta Cabo Polonio.
Decidimos quedarnos en un buen hostal, cómodo, a pasos del mar y con sapos en el baño (sí, dos sapos). Nos dimos cuenta de que allí se ahorra realmente el agua y tuvimos que adaptarnos a esa forma de vida; de hecho, hay que agradecer si los hostales tienen electricidad y agua caliente.
Al día siguiente pasamos nuestra tarde paseando y jugando en el mar como niños, recogiendo machas y haciendo figuras de arena. Nos cambiamos a un hostal un poco más familiar donde conocimos a Gustavo, el dueño, y a la Sofi, una profesora uruguaya más loca que todos juntos. Hicimos una comida familiar y nos contamos historias a la luz de las velas acompañados de un buen vino.
El tiempo pasó y hasta el día de hoy creemos que debimos haber dedicado más días a ese hermoso lugar, alejado de la “selva de cemento” y todo el movimiento de ésta. Nos fuimos con el corazón contento, enamorados y felices de volver a vivir Uruguay tal como es: mágico, tranquilo, acogedor y, sobre todo, inigualable.