Aruba, la isla feliz
Hace rato tenía en mente escaparme a algún lugar donde pudiera descansar el cuerpo y la cabeza al máximo. Así que, cuando supe que Aruba era conocida como «la isla feliz», no lo dudé dos veces y la escogí como el próximo destino de mis vacaciones.
“Aruba, Jamaica, oh I want to take you to
Bermuda, Bahama, come on pretty mama…”
Escuchar esta canción de los Beach Boys, pensar en la película Cocktail, en Tom Cruise con guayabera y en piñas coladas, es trasladarse al Caribe. Y ¿quién no ha soñado con irse de vacaciones a la playa y no hacer nada, absolutamente nada, por un par de semanas? Yo siempre lo soñé y en septiembre lo logré.
Mis vacaciones empezaron frente a un policía internacional arubeño que escuchaba un merengue que repetía y repetía la palabra “cucaracha”. Tarareando, timbraba mi pasaporte y chequeaba que yo fuera la misma chica transparentemente blanca de la foto. Un cuadro de los reyes Guillermo y Máxima en la pared del aeropuerto me daban la bienvenida a Aruba.
Esta pequeña isla holandesa está poblada de un solo lado; el otro es un Parque Nacional con un terreno de difícil acceso. La primera zona se separa en tres partes principales: la arubeña, la hotelera y gastronómica, y finalmente la holandesa, donde me alojé.
Para estas vacaciones quería un lugar tranquilo, silencioso y cercano a la playa. Y el departamento en el que me quedé con este objetivo a la perfección. Los 32 °C de temperatura, y los 37 de sensación térmica, no dejaban opción: mar o piscina. Con una Amstel bien fría y un buen libro, había llegado al cielo.
Descubriendo Aruba
Los principales atractivos de esta isla son sus maravillosas playas, con un clima perfecto de mucho sol y nada de lluvia. También hay grandes atractivos naturales dentro del Parque Nacional. Llegar allá es un viaje en sí mismo: en un Jeep Wrangler descapotable subí y bajé todas las dunas y recorrí todos los cerros de la isla. A pesar del dolor de cuello al día siguiente, los paisajes únicos, las playas solitarias y las cuevas oscuras (con murciélagos) valieron completamente la pena.
Para mí, parte importante de conocer un lugar es probar su comida típica. Pero no lo logré. Por más que busqué algún restaurante de comida arubeña, terminé comiendo BBQ ribs. Hay que decirlo: los restaurantes tenían menús ideales para satisfacer a los turistas gringos, con hamburguesas, papas fritas y Coca Cola. Todo con BBQ. Finalmente, comprar comida en el supermercado holandés fue la mejor opción.
Quedé sorprendida de la cantidad de idiomas que hablan los arubeños. El oficial es el holandés, pero también saben español e inglés. Comunicarse con los turistas definitivamente no es un problema para ellos. Además, los nativos hablan entre sí en papiamento; tal como me explicó una taxista, es una “sopa de idiomas” que mezcla holandés, español, portugués, africano y arahuaca.
Después de dos semanas en la isla, pude presumir de un bronceado perfecto y pilas recargadas al máximo. El ritmo tranquilo y sin complicaciones me hizo muy difícil la vuelta a la realidad.
Y un consejo final: si planeas visitar Aruba, ojo con los erizos de mar. Cuídate de pisarlos, al menos que quieras pasar una noche en la clínica y un par de días sin apoyar el pie. ¡Lo digo por experiencia propia!