Abrazar una araucaria
En la vida hay momentos y lugares mágicos. Uno de esos es el Parque Nacional Conguillio, un sitio que a principios de marzo estuvo al borde de ser consumido por las llamas.
Desde Australia veía las impactantes imágenes del incendio que en marzo afectó a la Reserva China Muerta y también al Parque Nacional Conguillio. Veía a los animales, los bosques y, sobre todo, a las araucarias milenarias sufriendo por culpa del hombre.
La tala indiscriminada, el mal uso de los recursos naturales y la irresponsabilidad de los visitantes al no apagar bien las fogatas son algunas de las causas de éste y otros incendios forestales que arrasan con las áreas verdes de Chile.
El corazón se detiene
Se acercaba el fin de semana largo del 1 de noviembre y con mi hermana queríamos irnos de camping. Estábamos buscando destinos cerca de Santiago, cuando nuestros pololos nos dijeron que ya tenían todo organizado: nos íbamos a Conguillio.
Al comienzo no nos gustó mucho la idea; eran varias horas en auto sólo para un fin de semana, además de que el tiempo indicaba intensas lluvias. Pero nos convencieron al contarnos que era un Parque Nacional hermoso, con un lago y sitios de camping en el bosque.
La lluvia se hizo presente en nuestro camino, lo cual hizo aún más impactante la llegada. Me sentía como si hubiera cruzado un portal en el tiempo hacia la prehistoria. Las miles de millones de araucarias gigantes se venían encima de mi vista. Detuvimos el auto y nos bajamos sin poder decir más que “ohhh” “ahhh”. Respiré hondo y el olor del bosque húmedo, la tierra y las hojas caló profundo en mí. Se erizó mi piel y mi corazón ya no necesitaba nada más.
Un despertar asombroso
Admito que no es fácil armar una carpa de noche y con lluvia, pero logramos montar el campamento. Nos pusimos casi toda la ropa que llevábamos y disfrutamos del bosque nocturno. Sin embargo, cuando el frío nos ganó nos fuimos a dormir sin saber que al otro día tendríamos la más extraordinaria sorpresa.
La naturaleza hizo lo suyo y en la mañana el sol resplandecía iluminando lo que la lluvia nos había regalado; una montaña nevada se erguía sobre nuestros ojos atónitos. Ya de día pudimos tomar mayor conciencia de dónde teníamos la suerte de estar, las araucarias parecían infinitas, el toc toc de un pájaro carpintero resonaba en el silencio absoluto y un zorro salía a hacer su recorrido matinal.
Lo sé ¡parece mentira! Pero no lo estoy inventando, ni siquiera tengo todas las palabras para poder describir esa hermosura.
Mirador Sierra Nevada
El día nos invitaba a recorrer el sendero Sierra Nevada, de un poco más de seis kilómetros. Éste lleva por un camino de árboles milenarios y miradores con vistas espectaculares al lago. Los cuatros somos bien outdoor y fanáticos del trekking, así que queríamos llegar hasta lo más arriba posible.
Una araucaria al lado de otra, unas con historias y otras recién brotando, se iban cruzando en el camino. Fue inevitable querer abrazar una araucaria, besarla y darle las gracias. La nieve empezó a tocar nuestros pies, pero aún sentíamos que había algo más por ver, y el instinto nos guió bien. En la Sierra Nevada nos recibía glorioso un cóndor posado sobre una araucaria (la imagen más chilena que he visto en mi vida), mientras otros sobrevolaban el lugar. Nada más que decir, perfección.
Conguillio es uno de los lugares más hermosos que el destino me ha puesto en frente. Quiero que todos puedan vivir esa experiencia; quiero llevar en el futuro a mis hijos y que su corazón se inunde también con esa majestuosidad natural. Quiero difundir su belleza y la tragedia que hace poco casi la hace sucumbir.