Atardecer en Halong Bay: el sol se pone en el oriente
No sé si esto lo leí en una revista o lo vi en algún programa de viajes, pero tenía el nombre grabado y, sin tener una imagen muy clara de cómo era, sabía que si algún día iba a Asia, tenía que sentarme en un barquito a ver cómo el sol se ponía ahí, en el que algunos llaman el lugar más bonito del mundo.
Lo primero que hice cuando decidí ir a recorrer el Sudeste Asiático fue comprarme la guía Lonely Planet para mochileros. La abrí y me encontré con una lista: los 20 imperdibles. En el quinto puesto estaba la navegación por las aguas de Halong Bay, donde miles de islotes salen del mar, en el extremo norte de Vietnam, al ladito de China.
Pero antes de eso pasé tres semanas recorriendo el país en tren y bus, desde Ho Chi Minh City hacia el norte. Vietnam tiene casi 3.500 km de costa, es hogar para más de 90 millones de personas y es una tierra llena de contrastes; desde el frenético y ruidoso caos de las grandes ciudades a la calma de los pueblitos donde parece que el tiempo se hubiese detenido hace siglos, donde la cerveza cuesta menos que el agua y donde encontré la mejor comida del Sudeste Asiático.
Do’s and dont’s
Una vez en Hanoi, la capital, contraté un tour que incluía una noche en un barquito. También hay unos que van y vuelven en el mismo día, pero no lo recomendaría, pues son cuatro horas de ida y cuatro de vuelta, y de verdad que es un lugar para ver. No por nada en 2011 fue elegido como una de las siete maravillas naturales del mundo y ya hace más de 20 años que la UNESCO lo reconoció como Patrimonio de la Humanidad. Son dos mil islas de piedra de más de 500 años de antigüedad que, a distintas alturas, sobresalen de las aguas calipso del Golfo de Tonkín.
Una de las cosas que más me gusta cuando viajo es la explicación que la gente local le da a sus lugares y tradiciones a través de leyendas. A lo largo de la historia, mientras Vietnam intentaba conformarse como un país, la bahía de Halong fue escenario de numerosas batallas entre locales y diversos pueblos invasores. Según cuenta la tradición oral, para ayudar a los vietnamitas a defender su incipiente nación, los dioses les enviaron una familia de dragones, quienes desde sus bocas lanzaban joyas y piedras de jade, las que formaron las islas que, a modo de barrera de contención, lograron derrotar a los barcos enemigos, dando paso a la fundación del país. Después del triunfo, los dragones decidieron quedarse a vivir en el lugar que fue bautizado como la bahía del dragón descendiente.
Los tours incluyen un montón de actividades como hacer trekking en una caverna, andar en kayak por unos túneles mientras decenas de monos saltan entre la vegetación de las islas, tomar clases de cocina vietnamita, subir 340 peldaños para ver la bahía desde lo más alto de una montaña o nadar en las aguas de Ti Top Beach.
Pero lo mejor de todo es lo más simple: tomarte una Halong Beer, sentarte a mirar cómo el cielo va cambiando de color y ver cómo el sol se pone en el oriente. Es el atardecer en Halong Bay, el más lindo de Vietnam.